‘Que el Señor te bendiga y te proteja;
que el Señor te mire con agrado y te muestre su bondad;
que el Señor te mire con amor y te conceda la paz.’
Adora al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua. “Yo alejaré de ti la enfermedad,
Querido hermano, pido a Dios que, así como te va bien espiritualmente, te vaya bien en todo y tengas buena salud.
Siempre, al acordarme de vosotros, doy gracias a mi Dios;
Vosotros y yo sostenemos la misma lucha. Ya visteis antes cómo luché, y ahora tenéis noticias de cómo sigo luchando.
y cuando oro, pido siempre con alegría por todos vosotros,
¡Que el Señor y Dios de vuestros antepasados os haga mil veces más numerosos de lo que ahora sois, y os bendiga conforme a la promesa que os hizo!
Por esto, como sé que tenéis fe en el Señor Jesús y amor para con todos los que pertenecen al pueblo santo,
no dejo de dar gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones.
Por lo tanto, mi Dios os dará todo lo que os falte, conforme a sus gloriosas riquezas en Cristo Jesús.
Siempre damos gracias a Dios por todos vosotros y os recordamos en nuestras oraciones.
No devolváis mal por mal ni insulto por insulto. Al contrario, devolved bendición, pues Dios os ha llamado a recibir bendición.
Que Dios, que da esperanza, os llene de alegría y paz a vosotros que tenéis fe en él, y os dé abundante esperanza por el poder del Espíritu Santo.
Yo sé los planes que tengo para vosotros, planes para vuestro bienestar y no para vuestro mal, a fin de daros un futuro lleno de esperanza. Yo, el Señor, lo afirmo.
No digáis palabras groseras, sino solo palabras buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen.
pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas; podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse.
No os olvidéis de hacer el bien y de compartir con otros lo que tenéis, porque estos son los sacrificios que agradan a Dios.
Además, todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán por haber obedecido al Señor tu Dios.
Por eso, siempre que podamos, hagamos el bien a todos y especialmente a nuestros hermanos en la fe.
Dios puede concederos con abundancia toda clase de bendiciones, para que, además de tener lo necesario, os sobre para ayudar a toda clase de buenas obras.
Siempre os he enseñado que así se debe trabajar y ayudar a los que se encuentran en necesidad, recordando aquellas palabras del Señor Jesús: ‘Hay más felicidad en dar que en recibir.’ ”
Todos debemos agradar a nuestro prójimo, y hacer las cosas para su bien y para que pueda crecer en la fe.
Y cualquiera que dé aunque solo sea un vaso de agua fresca al más humilde de mis discípulos por ser mi discípulo, os aseguro que no quedará sin recompensa.”
Dios os ama y os ha escogido para que pertenezcáis a su pueblo. Vivid, pues, revestidos de verdadera compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.
Tened paciencia unos con otros y perdonaos si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor os perdonó, perdonad también vosotros.
Si uno es rico y ve que su hermano necesita ayuda, pero no se la da, ¿cómo puede tener amor de Dios en su corazón?
El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis.’
si te das a ti mismo en servicio del hambriento, si ayudas al afligido en su necesidad, tu luz brillará en la oscuridad, tus sombras se convertirán en luz de mediodía.
Y Juan les contestaba: –El que tiene dos vestidos dé uno al que no tiene ninguno, y el que tiene comida compártala con el que no la tiene.
Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras y que estén dispuestos a dar y compartir lo que poseen.
Termino, hermanos, deseando que viváis felices y que busquéis la perfección en vuestra vida. Animaos y vivid en armonía y paz, y el Dios de amor y de paz estará con vosotros.
El que desprecia a su amigo comete un pecado, pero ¡feliz aquel que se compadece del pobre!
Vosotros, como hijos amados de Dios, procurad ser como él.
Procurad hacer lo que agrada al Señor.
No participéis en las obras inútiles de los que pertenecen a la oscuridad, sino sacadlas a la luz.
Pues hasta vergüenza da hablar de lo que ellos hacen en secreto;
pero cuando la luz pone todas las cosas al descubierto, quedan en claro,
porque la luz lo descubre todo. Por eso se dice: “Despiértate, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo te alumbrará.”
Por lo tanto, mirad bien cómo os portáis. No viváis neciamente, sino con sabiduría.
Aprovechad bien el tiempo porque los días son malos.
No actuéis tontamente; procurad entender cuál es la voluntad del Señor.
No os emborrachéis, pues eso lleva al desenfreno; al contrario, llenaos del Espíritu Santo.
Hablaos unos a otros con salmos, himnos y cantos espirituales, y cantad y alabad de todo corazón al Señor.
Conducíos con amor, lo mismo que Cristo nos amó y se entregó a sí mismo para ser sacrificado por nosotros, como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios.
“Así pues, haced con los demás lo mismo que queréis que los demás hagan con vosotros. Esto es lo que mandan la ley de Moisés y los escritos de los profetas.
Y que el Señor os haga crecer y teneros aún más amor unos a otros y a todos, como también nosotros os amamos.
Pues ya sabéis que cada uno, sea esclavo o libre, recibirá del Señor según lo que haya hecho de bueno.
Queridos hermanos, amémonos unos a otros, porque el amor procede de Dios. Todo aquel que ama es hijo de Dios y conoce a Dios.
El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor.
Alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues él es el Padre que tiene compasión de nosotros y el Dios que siempre nos consuela.
Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que también nosotros podamos consolar a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado.
Hermanos, habéis sido llamados a ser libres. Pero no uséis esta libertad para dar rienda suelta a vuestros instintos. Más bien servíos por amor los unos a los otros.
Porque Dios es justo y no olvidará lo que habéis hecho y el amor que le habéis mostrado al ayudar a los hermanos en la fe, como aún lo estáis haciendo.
Así pues, aceptaos los unos a los otros, como también Cristo os aceptó a vosotros para gloria de Dios.
Sed buenos y compasivos unos con otros, y perdonaos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.
Supongamos que a un hermano o a una hermana les falta la ropa y la comida necesarias para el día;
si uno de vosotros les dice: “Que os vaya bien; abrigaos y comed cuanto queráis”, pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué les sirve?
vendían sus propiedades, todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno.