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Jeremías 26:16 - Biblia Nueva Versión Internacional 2022

Los oficiales y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no debe ser condenado a muerte, porque nos ha hablado en el nombre del Señor nuestro Dios».

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Y dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Así que los funcionarios y el pueblo les dijeron a los sacerdotes y a los profetas: «Este hombre no merece la pena de muerte porque nos ha hablado en el nombre del Señor nuestro Dios».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Entonces los jefes, apoyados por todo el pueblo, dijeron a los sacerdotes y profetas: 'Este hombre no merece la muerte, realmente nos ha hablado en nombre de Yavé, nuestro Dios.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Entonces los príncipes y todo el pueblo dijeron a los sacerdotes y a los profetas: Este hombre no merece sentencia de muerte, pues nos ha hablado en el nombre de YHVH nuestro Dios.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Los príncipes y todo el pueblo dijeron entonces a los sacerdotes y a los profetas: 'Este hombre no merece pena de muerte, porque nos ha hablado en nombre de Yahveh, vuestro Dios.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y dijeron los príncipes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas. No ha incurrido este hombre en pena de muerte, porque en nombre de Jehová nuestro Dios nos ha hablado.

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Otras versiones



Jeremías 26:16
19 Referencias Cruzadas  

Si ahora te quedas absolutamente callada, de otra parte vendrán el alivio y la liberación para los judíos, pero tú y la familia de tu padre perecerán. ¡Quién sabe si precisamente has llegado al trono para un momento como este!».


¿Quién se levantará a defenderme de los malvados? ¿Quién se pondrá de mi parte contra los malhechores?


Cuando el Señor aprueba la conducta de un hombre, hasta con sus enemigos lo reconcilia.


Allí los sacerdotes y los profetas dijeron a los oficiales y a todo el pueblo: «Este hombre debe ser condenado a muerte, porque ha profetizado contra esta ciudad, tal como ustedes lo han escuchado con sus propios oídos».


Todo el pueblo y los oficiales que habían hecho el acuerdo liberaron a sus esclavos, de manera que nadie quedaba obligado a servirlos.


Entonces los oficiales dijeron a Baruc: —Tú y Jeremías, vayan a esconderse. ¡Que nadie sepa donde están!


Esto sucedió a pesar de que Elnatán, Delaías y Guemarías habían suplicado al rey que no quemara el rollo; pero el rey no les hizo caso.


Estos estaban enfurecidos contra Jeremías, así que luego de golpearlo, lo encarcelaron en la casa del cronista Jonatán, ya que la habían convertido en prisión.


Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron: —¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!


En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; este, en cambio, no ha hecho nada malo.


El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo: —¡Verdaderamente este hombre era justo!


Descubrí que lo acusaban de algunas cuestiones de su Ley, pero no había contra él cargo alguno que mereciera la muerte o la cárcel.


Se produjo un gran alboroto y algunos de los maestros de la Ley que eran fariseos se pusieron de pie y protestaron. «No encontramos ningún delito en este hombre —dijeron—. ¿Acaso no podría haberle hablado un espíritu o un ángel?».


He llegado a la conclusión de que él no ha hecho nada que merezca la muerte, pero como apeló al emperador, he decidido enviarlo a Roma.