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2 Corintios 3:2 - Biblia Lenguaje Sencillo (Nuevo Testamento)

Todos pueden ver claramente el bien que Cristo ha hecho en la vida de ustedes. Para que la gente hable bien de nosotros, sólo tiene que fijarse en ustedes. Porque ustedes son como una carta que habla en nuestro favor. Cristo mismo la escribió en nuestro corazón, para que nosotros la presentemos. No la escribió en piedra, ni con tinta, sino que la escribió con el Espíritu del Dios vivo. Y esa carta está a la vista de todos los que la quieran leer.

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Más versiones

Biblia Reina Valera 1960

Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres;

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Biblia Nueva Traducción Viviente

La única carta de recomendación que necesitamos son ustedes mismos. Sus vidas son una carta escrita en nuestro corazón; todos pueden leerla y reconocer el buen trabajo que hicimos entre ustedes.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Ustedes mismos son nuestra carta de recomendación; es una carta escrita en el interior de las personas pero que todos pueden leer y entender.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Nuestra epístola sois vosotros, escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Nuestra carta sois vosotros: escrita en nuestros corazones, conocida y leída por todos los hombres.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Nuestra carta sois vosotros, escrita en nuestros corazones, sabida y leída de todos los hombres;

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Otras versiones



2 Corintios 3:2
9 Referencias Cruzadas  

En primer lugar, doy gracias a mi Dios por cada uno de ustedes, en nombre de Jesucristo. En todas partes se habla bien de ustedes y se sabe que confían en Dios y le obedecen.


Dios, por su bondad, me permitió actuar como si yo fuera el arquitecto de ese edificio. Y yo, como buen arquitecto, puse una base firme: les di la buena noticia de Jesucristo. Luego otros construyeron sobre esa base, y les enseñaron a seguir confiando en él. Pero cada uno debe tener cuidado de la manera en que construye.


Pero no digo esto porque no los quiera. ¡Dios sabe que los quiero mucho!


Y yo con mucho gusto gastaré lo que tengo, y hasta yo mismo me gastaré, para ayudarlos a ustedes. Si yo los amo tanto, ¿por qué ustedes me aman tan poco?


No decimos todo esto para hablar bien de nosotros mismos. Tampoco necesitamos presentarles cartas que hablen bien de nosotros, ni les pedimos que ustedes las escriban para que se las presentemos a otros. Algunos sí las necesitan, pero nosotros no.


No les digo esto para que se sientan mal, pues ya les hemos dicho que ni la vida ni la muerte podrán impedir que los amemos.


Está bien que yo piense así de todos ustedes, porque los quiero mucho, y porque ustedes comparten conmigo el trabajo de amor que Dios me ha encargado. En la cárcel o delante de los jueces, ustedes siempre me apoyan para afirmar la verdad de esta buena noticia.


Ustedes han anunciado el mensaje de Jesucristo no sólo en esas regiones sino en muchas otras partes. La gente de esos lugares ya sabe que ustedes confían mucho en Dios, y no hace falta que nosotros les digamos nada más.