El ejercicio es muy importante para mantener un cuerpo saludable, y obtener una mejor calidad de vida.
Además, quien se ejercita obtiene muchos beneficios físicos, como el incremento de la resistencia corporal y el aumento de las defensas del organismo.
Sin embargo hoy en día las rutinas de ejercicio se hacen cada vez más intensas, no solo para estar saludable, sino también para lograr una apariencia más tonificada.
Donde no solo se busca estar saludable, sino también se busca alcanzar por medio del ejercicio, el incremento de piernas, glúteos y demás músculos.
Incluso, la población cristiana no ha escapado de caer en esto, ya que que muchos creyentes se han involucrado en una nueva corriente denominada «fitness».
Este término quiere decir «estar saludable», y que en algunas ocasiones no ha sido bien vista dentro del pueblo de Dios, porque consideran el ejercicio como una forma de «vanidad».
El cuerpo es un templo que debe ser cuidado, aportándole lo necesario para que se mantenga lo más saludable posible.
«Porque nadie desprecia su propio cuerpo. Al contrario, lo alimenta y lo cuida, del mismo modo que Cristo cuida a la iglesia», Efesios 5:29.
Sin embargo, todo en exceso es dañino para el hombre, por eso, el que practica algún tipo de ejercicio, debe ponerse límites, tratando de no abusar, ni causar daño a su cuerpo.
Tomando en cuenta el tiempo de duración del ejercicio, y la agresividad de las rutinas, estableciendo los limites de resistencia que posee para cada disciplina.
Los cristianos pueden realizar rutinas diarias de ejercicios, siempre y cuando, no se convierta en un obstáculo para la realización de las actividades espirituales.
Dando siempre el primer lugar a Dios, escudriñando la palabra y practicando la oración y la piedad.
«Pues aunque el ejercicio físico trae algún provecho, la piedad es útil para todo, ya que incluye una promesa no sólo para la vida presente sino también para la venidera», (1 Timoteo 4:8).
Así pues, no se debe invertir más tiempo del necesario en alguna práctica física, que al fin y al cabo pertenece a esta tierra, sino más bien se debe ejercitar en las cosas que generan provecho para la eternidad.
«Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra», Colosenses 3:2.