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¿Dice la Biblia algo sobre cómo afrontar la pubertad?

La pubertad representa la etapa de transición en la que los individuos experimentan cambios tanto físicos como psicológicos, preparándose para la adultez y la capacidad reproductiva.

¿Dice la Biblia algo sobre cómo afrontar la pubertad?

El inicio de la pubertad varía de manera individual, así como en diferentes épocas y culturas. En la actualidad, muchas niñas inician este proceso entre los 10 y 12 años, mientras que muchos niños lo hacen entre los 11 y 13 años. En la cultura occidental moderna, se relaciona con la «adolescencia» o «años adolescentes». Es importante notar que el desarrollo físico no siempre coincide con un desarrollo emocional y espiritual maduro.

En tiempos antiguos, se consideraba el inicio de la pubertad como el paso a la edad adulta. 1 Corintios 13:11 ofrece una clara distinción entre la niñez y la adultez: «Cuando era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; pero cuando me hice hombre, dejé atrás las cosas de niño». La pubertad marca el momento en que se separan las costumbres infantiles de las adultas e implica más que solo cambios físicos. Es una fase de reflexión profunda, adquisición de sabiduría y dominio de habilidades clave para el éxito en la vida adulta. Aunque los jóvenes no pueden controlar su desarrollo físico durante este periodo, sí pueden responsabilizarse por su madurez emocional y espiritual.

Gran parte del libro de Proverbios fue escrito por un padre, a su hijo, al borde de la madurez (Proverbios 3:1-4; 4:113; 5:1; 7:1). Este padre impartía sabiduría e instrucción que su hijo ya tenía capacidad para comprender y aplicar. En la antigua cultura judía, se consideraba que finalizaba la infancia al comenzar la edad adulta. Las mujeres jóvenes, los niños, aprendían de sus madres y abuelas las destrezas necesarias para administrar un hogar y criar a los hijos. Los jóvenes colaboraban con sus padres y hermanos desde temprana edad y generalmente seguían la profesión de sus padres, a menos que fueran aceptados en la escuela rabínica.

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En Lucas 2:41-52 se describe la primera fase de la vida de Jesús durante la adolescencia. A los doce años, se le permitió asistir al templo de Jerusalén para la Pascua. Al regresar a casa, Sus padres notaron su ausencia en el grupo que viajaba junto a ellos. Preocupados, José y María regresaron y tres días después lo hallaron en el templo debatiendo teología con los rabinos. A esa edad, Jesús ya era capaz de sostener conversaciones serias con Sus maestros.

Los cambios hormonales que acompañan a la maduración física también pueden afectar la química cerebral y la estabilidad emocional, provocando conflictos y a menudo rebeldía contra la autoridad. Es común que un cuerpo adulto albergue una mente infantil, generando una falta de armonía entre ambos. La adolescencia es reconocida por su inestabilidad, falta de criterio y lamentables decisiones irreversibles. Un joven que inicia esta etapa sabiamente entenderá que las frustraciones serán temporales.

En lugar de reclamar derechos para los cuales quizás no esté preparado, un joven prudente empleará estos años para escuchar a quienes poseen más experiencia «Hijo mío, presta atención cuando tu padre te corrige; no descuides la instrucción de tu madre.», (Proverbios 1:8), cultivar el autocontrol «Mejor es ser paciente que poderoso; más vale tener control propio que conquistar una ciudad.», (Proverbios 16:32) e impulsarse hacia un crecimiento espiritual continuo.

Mientras el cuerpo crece físicamente, es importante también crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. (2 Pedro 3:18). Cuando padres e hijos colaboran juntos, la pubertad puede convertirse en un momento emocionante de expectativas por todo lo que Dios tiene preparado para el futuro (Romanos 8:28-30).

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