¡Oh! y cómo eres tú, ¡oh Señor, mi esperanza! Tú ¡oh justo! has escogido al Altísimo para asilo tuyo. No llegará a ti el mal, ni el azote se acercará a tu morada.
El que se acoge al asilo del Altísimo, descansará siempre bajo la protección del Dios del cielo. El dirá al Señor: Tú eres mi amparo y refugio; el Dios mío en quien esperaré. Porque él me ha librado del lazo de los cazadores y de terribles adversidades.
Porque este lugar lo he escogido yo y santificado, para que mi Nombre sea invocado en él para siempre, y están fijos sobre él mis ojos y mi corazón en todo tiempo.
Y pondré en movimiento las gentes todas, porque vendrá el deseado de todas las gentes; y henchiré de gloria este templo, dice el Señor de los ejércitos.
Amarás, pues, al Señor Dios tuyo, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estos mandamientos, que yo te doy en este día, estarán estampados en tu corazón, y los enseñarás a tus hijos, y en ellos meditarás sentado en tu casa, y andando de viaje, y al acostarte, y al levantarte; y los has de traer para memoria ligados en tu mano y pendientes en la frente ante tus ojos, y escribirlos has en el dintel y puertas de tu casa.
Y estos mandamientos, que yo te doy en este día, estarán estampados en tu corazón, y los enseñarás a tus hijos, y en ellos meditarás sentado en tu casa, y andando de viaje, y al acostarte, y al levantarte;
empieza desde luego y echa la bendición sobre la casa de tu siervo, para que siempre subsista en tu acatamiento; puesto que tú, ¡oh Señor Dios!, has hablado y dicho que la casa de tu siervo será bendita con tu bendición eternamente.
Si el Señor no es el que edifica la casa, en vano se fatigan los que la fabrican. Si el Señor no guarda la ciudad, inútilmente se desvela el que la guarda.
El Señor es mi firme apoyo, mi asilo, y mi libertador. Mi Dios es mi socorro y en él esperaré. El es mi protector y mi poderosa salvación, y el amparo mío.
Pero si os parece malo el servir al Señor, libres sois: escoged hoy, según lo que más os agrade, a quien debéis antes servir, si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres en Mesopotamia, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; que yo y mi casa serviremos al Señor.
Mas yo, Dios mío, dormiré en paz, y descansaré en tus promesas: Porque tú, ¡Oh Señor!, sólo tú has asegurado mi esperanza.
Yo mismo os llevaré en brazos hasta la vejez, hasta cuando encanezcáis; yo os hice, y yo os llevaré, yo os sostendré siempre, y yo os salvaré de todo peligro.
Tu esposa será como una parra fecunda en el recinto de tu casa; alrededor de tu mesa estarán tus hijos como retoños de olivos. Estas serán las bendiciones del hombre que teme al Señor.
El que se acoge al asilo del Altísimo, descansará siempre bajo la protección del Dios del cielo. El dirá al Señor: Tú eres mi amparo y refugio; el Dios mío en quien esperaré.
Con la sabiduría se edificará la casa, y se consolidará con la prudencia. Por medio de la ciencia se henchirán las recámaras de toda suerte de bienes y preciosidades.
Aumente el Señor sobre vosotros sus bendiciones, sobre vosotros y sobre vuestros hijos. Benditos seais vosotros del Señor, el cual hizo el cielo y la tierra.
Bienaventurados todos aquellos que temen al Señor, que andan por sus santos caminos. Dichoso tú, ¡oh justo!, porque comerás en paz el fruto del trabajo de tus manos; dichoso serás, y todo te irá bien. Tu esposa será como una parra fecunda en el recinto de tu casa; alrededor de tu mesa estarán tus hijos como retoños de olivos. Estas serán las bendiciones del hombre que teme al Señor.
El Señor introduce la miseria en la casa del impío; pero echará sus bendiciones sobre las casas de los justos.
Pero abajo en el desierto caerá el pedrisco, y la ciudad quedará profundamente humillada.
Cumpla, pues, mi Dios todos vuestros deseos, según sus riquezas, con la gloria que os dé en Jesucristo.
entrad por sus puertas cantando alabanzas, venid a sus atrios entonando himnos, y tributadle acciones de gracias. Bendecid su Nombre,
Tus hijos todos serán adoctrinados por el mismo Señor, y gozarán abundancia de paz, o completa prosperidad.
Porque yo sé los designios que tengo sobre vosotros, dice el Señor, designios de paz, y no de aflicción, para daros la libertad que es el objeto de vuestra expectación.
Y en fin, a aquel Señor que es poderoso para hacer infinitamente más que todo lo que nosotros pedimos, o de todo cuanto pensamos, según el poder que obra eficazmente en nosotros,
Y descansará cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera; sin tener temor de nadie, pues lo ha prometido por su boca el Señor de los ejércitos.
La palabra de Cristo o su doctrina en abundancia tenga su morada entre vosotros, con toda sabiduría, enseñándoos y animándoos unos a otros, con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando de corazón con gracia o edificación las alabanzas a Dios.
Por tanto, cualquiera que escucha mis instrucciones y las practica, será semejante a un hombre cuerdo que fundó su casa sobre piedra; y cayeron las lluvias, y los ríos salieron de madre, y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra la casa, mas no fue destruida, porque estaba fundada sobre piedra.
El que habla o predica la palabra divina, hágalo de modo que parezca que habla Dios por su boca; quien tiene algún ministerio eclesiástico, ejercítelo como una virtud que Dios le ha comunicado, a fin de que en todo cuanto hagáis sea Dios glorificado por Jesucristo, cuya es la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
Porque donde dos o tres se hallan congregados en mi nombre, allí me hallo yo en medio de ellos.
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto.
La paz os dejo, la paz mía os doy; no os la doy yo, como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.
hombre religioso, y temeroso de Dios con toda su familia, y que daba muchas limosnas al pueblo, y hacía continua oración a Dios.
amándoos recíprocamente con ternura y caridad fraternal, procurando anticiparos unos a otros en las señales de honor y de deferencia.
Tuya es, Señor, la magnificencia, el poder, la gloria, y la victoria; y a ti se debe la alabanza, porque todas las cosas que hay en el cielo y en la tierra tuyas son; tuyo, oh Señor, es el reino, y tú eres sobre todos los reyes. Tuyas son las riquezas, y tuya es la gloria; tú eres el Señor de todo; en tu mano está la fuerza y el poder; en tu mano la grandeza y el imperio de todas las cosas.
El Dios de la esperanza nuestra os colme de toda suerte de gozo y de paz en vuestra creencia, para que crezca vuestra esperanza siempre más y más, por la virtud del Espíritu Santo.
con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros con caridad, solícitos en conservar la unidad del espíritu con el vínculo de la paz,
Al contrario, sed mutuamente afables, compasivos, perdonándoos los unos a los otros, así como también Dios os ha perdonado a vosotros por Cristo .
Vosotros, maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a su Iglesia, y se sacrificó por ella, para santificarla, limpiándola en el bautismo de agua con la palabra de vida, a fin de hacerla comparecer delante de él llena de gloria, sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante, sino siendo santa e inmaculada. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. Quien ama a su mujer, a sí mismo se ama.
Hijos, vosotros obedeced a vuestros padres con la mira puesta en el Señor, porque es ésta una cosa justa. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento que va acompañado con recompensa, para que te vaya bien, y tengas larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no irritéis con excesivo rigor a vuestros hijos; mas educadlos corrigiéndolos e instruyéndolos según la doctrina del Señor.
sufriéndoos los unos a los otros, y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro, así como el Señor os ha perdonado, así lo habéis de hacer también vosotros. Pero sobre todo mantened la caridad, la cual es el vínculo de la perfección.
La palabra de Cristo o su doctrina en abundancia tenga su morada entre vosotros, con toda sabiduría, enseñándoos y animándoos unos a otros, con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando de corazón con gracia o edificación las alabanzas a Dios. Todo cuanto hacéis, sea de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre de nuestro Señor Jesucristo, y a gloria suya, dando por medio de él gracias a Dios Padre.
Ejercitad la hospitalidad los unos con los otros, sin murmuraciones. Comunique cada cual al prójimo la gracia o don, según la recibió como buenos dispensadores de los dones de Dios, los cuales son de muchas maneras.
Pues el Señor tiene fijos sus ojos sobre los justos, y escucha propicio las súplicas de ellos, al paso que mira con recelo a los que obran mal.
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