Es el Nombre del Señor una torre fortísima; a él se acoge el varón justo, y será ensalzado.
El Señor es mi firme apoyo, mi asilo, y mi libertador. Mi Dios es mi socorro y en él esperaré. El es mi protector y mi poderosa salvación, y el amparo mío.
Los ricos padecieron necesidad y hambre; pero a los que buscan al Señor no les faltará bien alguno.
Tú eres mi asilo en la tribulación que me tiene cercado: Tú, oh alegría mía, líbrame de los que me tienen rodeado. Yo te daré, dijiste, inteligencia, y te enseñaré el camino que debes seguir; tendré fijos sobre ti mis ojos.
Y el Señor que es vuestro caudillo, él mismo será contigo: no te dejará ni te desamparará: no temas, ni te amedrentes.
Cuando pasares por entre las aguas, estaré yo contigo, y no te anegarán sus corrientes: cuando anduvieres por el fuego, no le quemarás, ni la llama tendrá ardor para ti; porque yo soy el Señor Dios tuyo, el Santo de Israel, tu Salvador ; yo di por tu rescate a Egipto, Etiopía y Sabá. Después que te hiciste estimable y glorioso a mis ojos, yo te he amado, y entregaré por ti hombres, y daré pueblos por tu salvación.
No os inquietéis por la solicitud de cosa alguna; mas en todo presentad a Dios vuestras peticiones por medio de la oración y de las plegarias, acompañadas de acción de gracias.
Sed sobrios, y estad en continua vela; porque vuestro enemigo el diablo anda girando como león rugiente alrededor de vosotros, en busca de para que devorar.
El Señor se ha hecho el amparo del pobre; socorriéndole oportunamente en la tribulación. Confíen, pues, en ti, ¡oh Dios mío!, los que conocen y adoran tu Nombre; porque jamás has desamparado, Señor, a los que a ti recurren.
Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro defensor en las tribulaciones que tanto nos han acosado. Por eso no temeremos aun cuando se conmueva la tierra, y sean trasladados los montes al medio del mar. Bramaron y se alborotaron sus aguas, a su furioso ímpetu se estremecieron los montes.
Arroja en el seno del Señor tus ansiedades, y él te sustentará; no dejará al justo en agitación perpetua.
Bueno es al mismo tiempo el Señor, y consolador es de sus hijos en tiempo de la tribulación; y conoce y protege a los que ponen en él su esperanza.
El Señor está al lado de los que tienen el corazón atribulado; y él salvará a los humildes de espíritu.
Estas cosas os he dicho con el fin de que halléis en mí la paz. En el mundo tendréis grandes tribulaciones, pero tened confianza, yo he vencido al mundo.
La salvación de los justos viene del Señor; y él es su protector en el tiempo de la tribulación.
sabiendo que la prueba de vuestra fe produce, o ejercita, la paciencia, y que la paciencia perfecciona la obra; para que así vengáis a ser perfectos y cabales, sin faltar en cosa alguna. Mas si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídasela a Dios, que a todos da copiosamente, y no hiere a nadie; y le será concedida.
Portaos varonilmente, y con firmeza; no temáis, ni os amedrentéis a su vista: porque el Señor Dios tuyo él mismo es, ¡oh Israel!, tu caudillo, y no te dejará ni te desamparará.
Porque todo sumo sacerdote entresacado de los hombres, es puesto para beneficio de los hombres, en lo que mira al culto de Dios, a fin de que ofrezca dones y sacrificios por los pecados,
Sábete que quedarán confundidos y avergonzados todos aquellos que te hacen guerra; serán como si no fuesen, y perecerán los que te contradicen.
Y respondiendo Jesús , les dijo: En verdad os digo que si tenéis fe y no andáis vacilando, no solamente haréis esto de la higuera, sino que aun cuando digáis a ese monte: Arráncate y arrójate al mar, así lo hará;
El Señor es el que te custodia; el Señor está a tu lado para defenderte. Ni de día el sol te quemará, ni de noche te dañará la luna. El Señor te preservará de todo mal. Guardará el Señor tu alma. El Señor te guardará en todos los pasos de tu vida, desde ahora y para siempre.
El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién he de temer yo? El Señor es el defensor de mi vida: ¿quién me hará temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación: ¿a quién he de temer yo? El Señor es el defensor de mi vida: ¿quién me hará temblar? Mientras están para echarse sobre mí los malhechores, a fin de devorar mis carnes, esos enemigos míos que me atribulan, esos mismos han flaqueado, y han caído. Aunque acampen ejércitos contra mí, no temblará mi corazón. Aunque me embistan en batalla, entonces mantendré firme mi esperanza.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo el Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que se hallan en cualquier trabajo, con la misma consolación con que nosotros somos consolados por Dios.
El Señor es el que me auxilia y protege; en él esperó mi corazón, y fui socorrido. Y resucitó mi carne; y así le alabaré con todo mi afecto.
Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro defensor en las tribulaciones que tanto nos han acosado.
Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, o de confesar tu fe públicamente, ni de mí que estoy en cadenas por amor suyo, antes bien padece y trabaja a una conmigo por el evangelio con la virtud que recibirás de Dios.
No os inquietéis por la solicitud de cosa alguna; mas en todo presentad a Dios vuestras peticiones por medio de la oración y de las plegarias, acompañadas de acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepuja a todo entendimiento, sea la guardia de vuestros corazones y de vuestros sentimientos en Jesucristo.
La paz os dejo, la paz mía os doy; no os la doy yo, como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón, ni se acobarde.
Yo, hermanos míos, no pienso haber tocado al fin de mi carrera. Mi única mira es, olvidando las cosas de atrás, y atendiendo sólo y mirando a las de adelante, ir corriendo hacia el hito, para ganar el premio a que Dios llama desde lo alto por Jesucristo.
Pero yo he clamado a Dios, y el Señor me salvará. Tarde y mañana y al mediodía contaré y expondré al Señor mis necesidades, y él oirá benigno mi voz. Sacará a paz y salvo mi vida de los que me asaltan, conjurados en compañía de muchos para perderme.
Portaos varonilmente todos vosotros los que tenéis puesta en el Señor vuestra esperanza, y tened buen ánimo.
Mas los que tienen puesta en el Señor su esperanza, adquirirán nuevas fuerzas, tomarán alas como de águila, correrán y no se fatigarán, andarán y no desfallecerán. Callen ante mí las islas, y tomen nuevas fuerzas las gentes; acérquense, y hablen después, y entremos juntos en juicio:
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las virtudes, ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza, o violencia, ni todo lo que hay de más alto, ni de más profundo, ni otra ninguna criatura podrá jamás separarnos del amor de Dios, que se funda en Jesucristo nuestro Señor.
Sabemos también nosotros que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios, de aquellos, digo, que él ha llamado según su decreto para ser santos.
Pegada está contra el suelo mi alma; vuélveme la vida según tu palabra. Te expuse el estado de mi carrera y me atendiste; amaéstrame en tus justísimas disposiciones.
Vosotros pusisteis para siempre vuestra esperanza en el Señor, en el Señor Dios, que es nuestra fortaleza eterna. Porque él abatirá a los que se ven sublimados, humillará la ciudad altiva. La humillará hasta el suelo; la humillará hasta reducirla a polvo.
Porque la higuera no florecerá, ni las viñas brotarán; faltará el fruto de la oliva; los campos no darán alimento. Arrebatadas serán del aprisco las ovejas, y quedarán sin ganados los pesebres. Yo me regocijaré en el Señor, y saltaré de gozo en Dios.
Alcé mis ojos hacia los montes de Jerusalén , de donde me vendrá el socorro. Mi socorro viene del Señor que creó el cielo y la tierra.
Venid a mí todos los que andáis agobiados con trabajos y cargas, que yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis el reposo para vuestras almas. Porque suave es mi yugo y ligero el peso mío.
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque si perseveramos, a su tiempo recogeremos el fruto.
Callen ante mí las islas, y tomen nuevas fuerzas las gentes; acérquense, y hablen después, y entremos juntos en juicio:
de manera que podamos animosamente decir: El Señor es quien me ayuda; no temeré cosa que hagan contra mí los hombres. Acordaos de vuestros prelados los cuales os han predicado la palabra de Dios, cuya fe habéis de imitar, considerando el fin dichoso de su vida.
El Dios de la esperanza nuestra os colme de toda suerte de gozo y de paz en vuestra creencia, para que crezca vuestra esperanza siempre más y más, por la virtud del Espíritu Santo.
Orad sin intermisión. Dad gracias por todo al Señor; porque esto es lo que quiere Dios que hagáis todos en nombre de Jesucristo. No apaguéis el Espíritu de Dios.
En cualquier día que te invocare, óyeme benigno; tú aumentarás la fortaleza de mi al-ma.
Porque de su indignación procede el castigo; y de su buena voluntad pende la vida. Hasta la tarde durará el llanto, y al salir la aurora será la alegría.
Confía en el Señor con todo tu corazón, y no te apoyes en tu prudencia. En todas tus empresas tenle presente, y él sea quien dirija todos tus pasos.
Por lo cual no desmayamos; antes aunque en nosotros el hombre exterior o el cuerpo se vaya desmoronando, el interior o el espíritu se va renovando de día en día. Porque las aflicciones tan breves y tan ligeras de la vida presente nos producen el eterno peso de una sublime e incomparable gloria, y así no ponemos nosotros la mira en las cosas visibles, sino en las invisibles. Porque las que se ven, son transitorias; mas las que no se ven, son eternas.
¡Ah! mi carne y mi corazón desfallecen, ¡oh Dios de mi corazón, Dios que eres la herencia mía por toda la eternidad!
Y en fin, a aquel Señor que es poderoso para hacer infinitamente más que todo lo que nosotros pedimos, o de todo cuanto pensamos, según el poder que obra eficazmente en nosotros,
Desde que apunta el día estoy temiendo; pero yo confío en ti. Me gloriaré en Dios por las promesas que me tiene hechas; en Dios tengo puesta mi esperanza; nada temeré de cuanto puedan hacer contra mí los mortales.
Venga, pues, la misericordia tuya a consolarme, según la palabra que diste a tu siervo.
No andéis, pues, acongojados por el día de mañana; que el día de mañana harto cuidado traerá por sí; bástale ya a cada día su propio afán o tarea.
y pongamos los ojos los unos en los otros para incentivo de caridad y de buenas obras,
Y no nos gloriamos solamente en esto, sino también en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación ejercita la paciencia, la paciencia sirve a la prueba de nuestra fe, y la prueba produce la esperanza, esperanza que no burla; porque la caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que se nos ha dado.
porque yo soy el Señor Dios tuyo, el Santo de Israel, tu Salvador ; yo di por tu rescate a Egipto, Etiopía y Sabá.
Pero, ¡oh alma mía!, ¿por qué estás triste?; ¿por qué me llenas de turbación? Espera en Dios, pues aún he de cantarle alabanzas, por ser él el salvador que está siempre delante de mí, y el Dios mío.
El ánimo alegre mantiene la edad florida; deseca los huesos la tristeza de espíritu.
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