Amaos de corazón unos a otros como hermanos y que cada uno aprecie a los demás más que a sí mismo.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y fuente de todo consuelo. El es quien nos conforta en todos nuestros sufrimientos, a fin de que también nosotros podamos confortar a los que se hallan atribulados, compartiendo con ellos el consuelo que de Dios hemos recibido.
Sois elegidos de Dios; él os ha consagrado y os ha dado su amor. Sed, pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos. Soportaos mutuamente, y así como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros, si alguno tiene quejas contra otro. Y, por encima de todo, practicad el amor, que es la cumbre de la perfección.
Nosotros, los que tenemos una fe bien formada, debemos prescindir de nuestro propio gusto y cargar con las debilidades de los que tienen todavía una fe vacilante. Procuremos cada uno de nosotros agradar a los demás, buscando su bien y su crecimiento en la fe.
Queridos hijos, Dios es la fuente del amor: amémonos, pues, unos a otros. El que ama es hijo de Dios y conoce a Dios.
Glorificad en vuestro corazón a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de vuestra esperanza a cualquiera que os pida explicaciones. Pero, eso sí, hacedlo con dulzura y respeto,
y estimulémonos mutuamente en la práctica del amor y de toda clase de obras buenas. Que nadie deje de asistir a las reuniones de su iglesia, como algunos tienen por costumbre. Por el contrario, animaos unos a otros, tanto más cuanto que estáis viendo que se acerca el día del Señor.
Que todos, como buenos administradores de los múltiples dones de Dios, pongan al servicio de los demás el don que recibieron.
Estamos seguros, además, de que todo se encamina al bien de los que aman a Dios, de los que han sido elegidos conforme a su designio.
El amor es comprensivo y servicial: el amor nada sabe de envidias, de jactancias, ni de orgullos. No es grosero, no es egoísta, no pierde los estribos, no es rencoroso. Lejos de alegrarse de la injusticia, encuentra su gozo en la verdad. Disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites.
Poned el corazón en lo que hagáis, como si lo dedicaseis al Señor y no a los hombres. Sabed que el Señor os dará, al fin y al cabo, la herencia eterna como premio y que sois esclavos de Cristo, el Señor.
Pues así debe alumbrar vuestra luz delante de los demás, para que todos vean el bien que hacéis y alaben por ello a vuestro Padre celestial.
En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, lealtad, humildad y dominio de sí mismo. Ninguna ley existe en contra de todas estas cosas.
Nada debe angustiaros; en cualquier situación, presentad a Dios vuestros deseos, acompañando vuestras oraciones y súplicas con un corazón agradecido . Y la paz de Dios, que desborda todo entender humano, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos por medio de Cristo Jesús.
Porque no es un espíritu de cobardía el que Dios nos otorga, sino de fortaleza, amor y dominio de nosotros mismos.
Dios, fuente de esperanza, llene de alegría y paz vuestra fe. Y la acción poderosa del Espíritu Santo os colme de esperanza.
Todo beneficio y todo don perfecto bajan de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay cambios ni períodos de sombra.
Hasta ahora, ninguna prueba os ha sobrevenido que no pueda considerarse humanamente soportable. Por lo demás, Dios es fiel y no permitirá que seáis puestos a prueba más allá de vuestras fuerzas; al contrario, junto con la prueba os proporcionará también la manera de superarla con éxito.
Su poder glorioso os dotará de una fortaleza a toda prueba, para que seáis dechado de constancia y paciencia, y para que, llenos de alegría,
¿Qué añadir a todo esto? Si Dios está a nuestro favor, ¿quién podrá estar contra nosotros?
A Dios, que, desplegando su poder sobre nosotros, es capaz de realizar todas las cosas incomparablemente mejor de cuanto pensamos o pedimos,
Hermanos, habéis sido llamados a gozar de la libertad cristiana. ¡No utilicéis esa libertad como tapadera de apetencias puramente humanas! Al contrario, haceos esclavos los unos de los otros por amor.
Que la esperanza os mantenga alegres, las dificultades no os hagan perder el ánimo y la oración no cese en vuestros labios.
La bondad de Dios os ha salvado, en efecto, mediante la fe. Y eso no es algo que provenga de vosotros; es un don de Dios. No es, pues, cuestión de obras humanas, para que nadie pueda presumir.
¡Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os daré descanso! ¡Poned mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón! Así encontraréis descanso para vuestro espíritu, porque mi yugo es fácil de llevar, y mi carga ligera.
Dé cada uno lo que su conciencia le dicte; pero no a regañadientes o por compromiso, pues Dios ama a quien da con alegría.
No nos cansemos de hacer el bien, que, si no desfallecemos, a su tiempo recogeremos una magnífica cosecha.
Estad siempre alegres. No ceséis de orar. Manteneos en constante acción de gracias, porque esto es lo que Dios quiere de vosotros en Cristo Jesús.
Y estoy seguro de que Dios, que ha comenzado entre vosotros una labor tan excelente, irá dándole cima en espera del día de Cristo Jesús.
Esto os digo: No andéis preocupado pensando qué vais a comer o qué vais a beber para poder vivir, o con qué ropa vais a cubrir vuestro cuerpo. ¿Es que no vale la vida más que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Mirad los pájaros: no siembran, ni cosechan, ni guardan en almacenes, y, sin embargo, vuestro Padre que está en los cielos los alimenta. ¡Pues vosotros, valéis mucho más que los pájaros!
En cambio, el Espíritu produce amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, lealtad,
Seguro estoy de que nada, ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni cualquiera otra suerte de fuerzas sobrehumanas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni criatura alguna existente, será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos ha mostrado por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque quien ha hecho la promesa es fiel,
Mi Dios, a su vez, rico y poderoso como es, proveerá a todas vuestras necesidades por medio de Cristo Jesús.
Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad situada en lo alto de una montaña no puede ocultarse.
En cambio, la sabiduría que viene del cielo es pura, pacífica, indulgente, conciliadora, compasiva, fecunda, imparcial, sincera.
¡Qué amor tan inmenso el del Padre, que nos proclama y nos hace hijos suyos! Si el mundo nos ignora, es porque no conoce a Dios.
Por el amor de Dios os lo pido, hermanos: presentaos a vosotros mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios. Ese ha de ser vuestro auténtico culto.
Todo esto es para vuestro bien. Así, cuantos más participen del favor de Dios, tanto más crecerá la acción de gracias para gloria de Dios.
Os he dicho todo esto para que podáis encontrar la paz en vuestra unión conmigo. En el mundo tendréis sufrimientos; pero ¡ánimo!, yo he vencido al mundo.
Es Dios mismo quien dice: Tengo un tiempo propicio para escucharte, un día en que vendré en tu ayuda para salvarte. Pues bien, éste es el tiempo especialmente propicio, éste es el día de la salvación.
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