Menajem exigió el pago de todos los hombres ricos de Israel, cincuenta siclos de plata cada uno, para dárselos al rey de Asiria. Entonces el rey de Asiria se retiró y no se quedó en el país.
Poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, así como muchos sirvientes. Era más rico que cualquier otro en el Oriente.
Poco después, Rut la moabita le dijo a Noemí: “Por favor, déjame ir a los campos a recoger el grano que ha quedado, si encuentro a alguien que me dé permiso”. “Sí, adelante, hija mía”, respondió Noemí.