Ahora, hijo mío, escúchame. No rechaces lo que te he enseñado.
Nunca he rechazado tus enseñanzas porque tu mismo me has enseñado lo que debo hacer.
Hijo mío, aférrate al buen juicio y a las decisiones sabias; no los pierdas de vista,
Escuchen, hijos, la instrucción de un padre. Estén atentos al sano juicio,
No las pierdas de vista y reflexiona sobre ellas,
Así que escúchame ahora, hijo mío, y presta atención a lo que digo.
¡Asegúrense de no rechazar al que les está hablando! Si ellos no pudieron escapar cuando rechazaron a Dios en la tierra, sin duda alguna nosotros tampoco podremos escapar si volvemos nuestra espalda a Dios, quien nos advierte desde el cielo.