A medianoche el Señor mató a todo primogénito varón en la tierra de Egipto, desde el primogénito del Faraón, que estaba sentado en su trono, hasta el primogénito del prisionero en la cárcel, y también todo el primogénito del ganado
“Nadie puede dedicar el primogénito del ganado, porque el primogénito pertenece al Señor. Ya sea que se trate de ganado vacuno, ovino o caprino, son del Señor.
porque todos los primogénitos son míos. Cuando maté a cada primogénito en Egipto, separé como sagrado para mí a todos los primogénitos de Israel, humanos y animales. Son míos. Yo soy el Señor”.
¿Cuánto más merecedores de castigo creen que serán quienes hayan pisoteado al Hijo de Dios, siendo que han menospreciado la sangre que selló el pacto que nos santificaba, considerándolo como ordinario y trivial, y que han abusado del Espíritu de gracia?