“Nuestro padre murió en el desierto, pero no era uno de los seguidores de Coré que se unieron para rebelarse contra el Señor. No, murió por sus propios pecados, y no tuvo hijos.
¡Yo, el Señor, así lo he dicho! Verán por ustedes mismos que haré esto con estos malvados israelitas que se han unido para oponerse a mí. Sus vidas acabarán en el desierto, y morirán allí”.
Porque a través de un hombre el pecado entró al mundo, y el pecado condujo a la muerte. Y de esta manera la muerte llegó a todos, porque todos eran pecadores.
Así como el pecado gobernó sobre nosotros y nos llevó a la muerte, ahora la gracia es la que gobierna al justificarnos delante de Dios, trayéndonos vida eterna por medio de Jesucristo, nuestro Señor.