Entonces los Fariseos y los líderes religiosos le preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de nuestros ancestros? Pues ellos comen los alimentos con las manos impuras”.
Y Pedro les dijo: “Sin duda alguna, ustedes saben que no se le permite a un judío reunirse o visitar extranjeros. Pero Dios me ha mostrado que no me corresponde a mí llamar impuro o inmundo a ninguno.
Yo estoy seguro—persuadido por el Señor Jesús—que nada es, en sí mismo, ceremonialmente impuro. Pero si alguno considera que es impuro, para él es impuro.
¿Cuánto más merecedores de castigo creen que serán quienes hayan pisoteado al Hijo de Dios, siendo que han menospreciado la sangre que selló el pacto que nos santificaba, considerándolo como ordinario y trivial, y que han abusado del Espíritu de gracia?