Pero Jesús se quedó en silencio. El sumo sacerdote le dijo a Jesús: “En nombre del Dios vivo, te coloco bajo juramento. Dinos si eres el Mesías, el Hijo de Dios”.
“Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que Elías, y todavía otros dicen que eres uno de los antiguos profetas que resucitó de entre los muertos”, respondieron ellos.
Pero estas cosas están escritas aquí para que ustedes puedan creer que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y que al creer en quien él es, ustedes tengan vida.
Ellos le dijeron a la mujer: “Ahora nuestra confianza en él no es por lo que tú nos dijiste sino porque nosotros mismos lo hemos oído. Estamos convencidos de que él es realmente el Salvador del mundo”.
Entonces les explicó su significado, demostrándoles que el Mesías tenía que Morir y resucitar. “Este Jesús del cual les hablo, es el Mesías”, les dijo.
Y Saulo crecía cada vez más, así como su fe, demostrando de manera muy convincente que Jesús era el Mesías, tanto que los habitantes de Damasco no podían refutar lo que decía.