Entonces Ezequías oró al Señor diciendo: “Señor, Dios de Israel, tú que vives encima de los querubines, sólo tú eres Dios sobre todos los reinos de la tierra, tú eres el Creador del cielo y de la tierra.
Jesús se volvió hacia Pedro y le dijo: “¡Aléjate de mi, Satanás! ¡Eres una trampa para hacerme tropezar, porque estás pensando humanamente, y no como Dios piensa!”
Entonces caí postrado a sus pies para adorarlo. Y me dijo: “¡No lo hagas! Yo soy un siervo de Dios, como lo eres tú, y como los que aceptan el testimonio de Jesús. Adora a Dios, porque el testimonio de Jesús es el espíritu profético”.
Entonces me dijo: “¡No lo hagas! Yo soy siervo de Dios, como lo eres tú, y tus hermanos los profetas, así como los que obedecen las palabras de este libro. ¡Adora a Dios!”
Entonces Samuel le dijo a todo Israel: “Si desean sinceramente volver al Señor, desháganse de los dioses extranjeros y de las imágenes de Astoret, entréguense al Señor y adórenlo sólo a él, y él los salvará de los filisteos”.