y por la mañana verán la gloria del Señor desplegada al responder a las quejas que los ha oído hacer contra él. ¿Por qué debería quejarse con nosotros? ¡No somos nadie!”
¡Florezcan profusamente, celebren y canten! Se le dará la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y de Sarón. Verán la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios.
Mientras José pensaba en todo esto, un ángel del Señor se le apareció en un sueño y le dijo: “José, hijo de David, no temas casarte con María porque ella está embarazada por obra del Espíritu Santo.
De repente, un ángel del Señor apareció, y una luz resplandeció en la celda. El ángel sacudió a Pedro para despertarlo, diciendo: “¡Rápido! ¡Levántate!” Entonces las cadenas se cayeron de sus manos,
Así que todos nosotros, con nuestros rostros descubiertos, vemos y reflejamos al Señor como en un espejo. Estamos siendo transformados conforme a la misma imagen del espejo, cuya gloria es cada vez más brillante. Esto es lo que hace el Señor, que es el Espíritu.
Porque el Dios que dijo: “Que brille la luz en medio de la oscuridad”, brilló en nuestros corazones para iluminar el conocimiento de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo.
No hay duda alguna sobre ello: la verdad revelada sobre Dios es asombrosa. Él se nos fue dado a conocer en forma humana, fue vindicado por el Espíritu, visto por ángeles, declarado a las naciones, creído por el mundo, y recibido en gloria.