“Los que están en la tumba de abajo están ansiosos por recibirte cuando llegues. Despierta a los espíritus de los muertos para recibirte, los de todos los gobernantes de la tierra. Todos los reyes de las naciones se levantan de sus tronos.
Y ¿qué decir de ti, Capernaúm? ¿Serás exaltada hasta el cielo? No, ¡Tú irás al Hades! Si los milagros que hice entre ustedes hubieran sido hechos en Sodoma, aún hoy existiría Sodoma.
Pero yo les digo: cualquiera que está enojado con su hermano será condenado como culpable. Cualquiera que llama a su hermano ‘idiota’ tiene que dar cuenta ante el concilio, y cualquiera que insulta a la gente, de seguro irá al fuego de Gehena”.
Si tu ojo derecho te lleva a pecar, entonces sácalo y bótalo, porque es mejor perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea lanzado en el fuego de Gehena.
“‘Padre Abrahán,’ exclamó, ‘Ten misericordia de mí y envía a Lázaro que moje su dedo en agua y refresque mi lengua, porque me estoy quemando y agonizo’.
Cuando vio a Jesús gritó, se lanzó a los pies de Jesús y le preguntó en voz alta: “¿Qué quieres conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por favor, no me tortures, te lo ruego!”
Porque Dios no perdonó ni siquiera a los ángeles cuando pecaron. Sino que los lanzó al Tártaro, manteniéndolos en pozos de oscuridad, listos para el juicio.
Entonces el diablo, que los había engañado, fue lanzado en un lago de fuego y azufre, donde habían sido lanzados la bestia y el falso profeta, y sufrirán con agonía día y noche, por siempre y para siempre.