Sí, he visto a gente malvada enterrada con gran honor. Solían ir al lugar santo, y fueron alabados en la misma ciudad donde hicieron su maldad. Esto es difícil de entender.
Con el toque de una trompeta él enviará a sus ángeles para reunir a sus escogidos de todas partes, desde un confín del cielo y de la tierra hasta el otro.
Cuando Pedro se dio la vuelta, vio que el discípulo a quien Jesús amaba los seguía, el que estaba junto a Jesús durante la cena y que le preguntó, “Señor, ¿quién va a traicionarte?”
Y como los hijos tienen en común carne y sangre, él participó de su carne y sangre del mismo modo, para así destruir por medio de la muerte a aquél que tiene el poder de la muerte—el diablo—
Porque el sol se levanta junto al viento devastador y chamusca la hierba. Las flores se caen y su belleza muere. Del mismo modo, todo lo que el rico obtiene se marchitará.
Tomó las consecuencias de nuestros pecados sobre sí mismo en su cuerpo en la cruz para que nosotros pudiéramos morir al pecado y vivir en justicia. “Por sus heridas, somos sanados”.
Entonces oí una voz que procedía del cielo, que me decía: “¡Escribe esto! Benditos son los que mueren en el Señor a partir de ahora. Sí, dice el Espíritu, porque ahora ellos pueden descansar de sus aflicciones. Y lo que han logrado hablará por ellos”.