“Luego acuéstate sobre tu lado izquierdo y carga con los pecados de los israelitas. Llevarás sus pecados durante el número de días que te acuestes sobre tu costado.
Usará la sangre para rociar siete veces a la persona que está siendo limpiada de la enfermedad de la piel. Luego el sacerdote los declarará limpios y dejará que el pájaro vivo se vaya volando.
Luego pondrá ambas manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo y confesará sobre él todas las faltas de los israelitas, todos sus actos de rebelión y todos sus pecados. Los pondrá sobre la cabeza del macho cabrío y lo enviará al desierto, llevado allí por un hombre elegido para hacerlo.
Pero Cristo nos ha rescatado de la maldición de la ley al convertirse en maldición por nosotros. Como dice la Escritura: “Maldito todo aquél que es colgado en un madero”.
del mismo modo ocurre con Cristo. Pues al haber sido sacrificado una sola vez para quitar los pecados de muchos, vendrá otra vez, no para hacerse cargo del pecado, sino para salvar a quienes lo esperan.
Tomó las consecuencias de nuestros pecados sobre sí mismo en su cuerpo en la cruz para que nosotros pudiéramos morir al pecado y vivir en justicia. “Por sus heridas, somos sanados”.