Y allí había una tinaja llena de vinagre de vino; así que ellos mojaron una esponja en el vinagre, la pusieron en una vara de hisopo, y la acercaron a sus labios.
Podía hablar del conocimiento de los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros. Enseñó sobre los animales, las aves, los reptiles y los peces.
Cojan un manojo de hisopo, mójenlo en la sangre de la palangana y pónganlo en la parte superior y en los lados del marco de la puerta. Ninguno de ustedes saldrá por la puerta de la casa hasta la mañana.
El hombre que esté limpio tomará un hisopo y lo mojará en el agua. Luego rociará la tienda y todo lo que haya dentro de ella, y a todos los que estuvieran allí. También deberá rociarlo a usted si ha tocado un hueso, o una tumba, o alguien que ha muerto o ha sido asesinado.
Un hombre corrió y llenó una esponja con vinagre, la puso en un palo y trató de dárselo a Jesús para que lo bebiera. “¡Déjenlo en paz!”, dijo. “Veamos si Elías vendrá a bajarlo de ahí”.