Anás y Caifás eran los sumos sacerdotes en turno. Este fue el tiempo en que la palabra de Dios vino a Juan, el hijo de Zacarías, quien vivía en el desierto.
Temprano en la mañana, llevaron a Jesús de donde Caifás hasta el palacio del gobernador romano. Los líderes judíos no entraron al palacio, porque si lo hacían se contaminarían ceremonialmente, y ellos querían estar aptos para comer la Pascua.
“Tú no tendrías ningún poder a menos que se te conceda desde arriba”, le respondió Jesús. “Así que el que me entregó en tus manos es culpable de mayor pecado”.