Cuando llegaron al lugar que Dios les había mostrado, Abraham construyó un altar y puso sobre él la leña. Entonces amarró a su hijo Isaac y lo puso sobe el altar sobre la madera.
Temprano, a la mañana siguiente, los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros religiosos—todo el concilio de gobierno—tomaron una decisión. Mandaron que fuera atado y entregado a Pilato.
Entonces Judas llevó consigo una tropa de soldados y guardias enviados de parte de los jefes de los sacerdotes y los Fariseos. Llegaron al lugar con antorchas, lámparas y armas.
Y cuando estaba a punto de ser ingresado a la fortaleza, Pablo le dijo al comandante: “¿Puedo decirte algo?” “¿Sabes griego?” le preguntó el comandante.
Y el debate se estaba saliendo de las manos, así que el comandante, preocupado de que fueran a descuartizar a Pablo, ordenó a los soldados que fueran a rescatarlo a la fuerza del concilio, y que lo llevaran de regreso a la fortaleza.
Los filisteos lo agarraron y le sacaron los ojos. Luego lo llevaron a Gaza, donde lo encarcelaron con cadenas de bronce. Lo obligaron a trabajar moliendo grano en el molino de la prisión.