La gente buscaba a Jesús y hablaban de él mientras estaban en el Templo. “¿Qué piensan de esto?” se preguntaban unos a otros. “¿Será que no vendrá a la fiesta?”
Los jefes de los sacerdotes y los Fariseos habían dado la orden de que cualquiera que supiera dónde estaba Jesús debía informarles para así poder arrestarlo.