Entonces Jesús entró al Templo. Los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo vinieron a él mientras enseñaba y le preguntaron, “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te dio esta autoridad?”
“¿Acaso no les dimos orden de no enseñar en este nombre?” preguntó el Sumo Sacerdote, con tono exigente. “¡Miren, han saturado a toda Jerusalén con su enseñanza, y ahora ustedes tratan de culparnos por la muerte de él!”