No quedó un solo hombre en Hai y Betel que no saliera a perseguir a los israelitas. Así dejaron la ciudad indefensa mientras perseguían a los israelitas.
Pero Sehón, rey de Hesbón, se negó a dejarnos pasar, porque el Señor su Dios le dio un espíritu terco y una actitud obstinada, para entonces entregárnoslo, como lo ha hecho ahora.
Porque el Señor los hizo obstinados, queriendo combatir a los israelitas para que fueran apartados y destruidos por completo, aniquilados sin piedad, como el Señor había instruido a Moisés.
Entonces el Señor le dijo a Josué: “Levanta la lanza que tienes en la mano y apunta a Hai, porque te la voy a entregar”. Así que Josué levantó la lanza en su mano y apuntó a la ciudad.
Los benjamitas salieron a atacarlos y se alejaron de la ciudad mientras comenzaban a matar a los israelitas como lo habían hecho antes. Unos treinta israelitas murieron en el campo de batalla y a lo largo de los caminos, el que va hacia Betel y el que vuelve hacia Guibeá.