Así que se quitó la ropa de viuda y se cubrió con un velo, disfrazándose. Se sentó junto a la entrada de Enayin, que está en el camino a Timná. Se había dado cuenta de que aunque Selá había crecido, no se había hecho nada para que se casara con él.
“¿Qué garantía tengo que darte?” preguntó él. “Tu sello de sello y su cordón, y tu bastón que sostienes”, respondió ella. Él se los entregó. Se acostó con ella y quedó embarazada.
Judá envió a su amigo Hirá de Adulán con una cabra joven para que le devolviera sus pertenencias que había dejado como garantía de la mujer, pero no pudo encontrarla.
Entonces Joab envió un mensajero a Tecoa para que trajera a una mujer sabia que vivía allí. Y le dijo: “Finge estar de luto. Ponte ropa de luto y no uses aceites perfumados. Ponte como una mujer que lleva mucho tiempo de luto por los muertos.