Mucho tiempo después murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá terminó el tiempo de luto, fue a visitar a sus esquiladores en Timná con su amigo Hirá de Adulán.
Judá envió a su amigo Hirá de Adulán con una cabra joven para que le devolviera sus pertenencias que había dejado como garantía de la mujer, pero no pudo encontrarla.
En la época de la cosecha, los Tres, que formaban parte de los Treinta guerreros principales, bajaron a recibir a David cuando estaba en la cueva de Adulam. El ejército filisteo estaba acampado en el valle de Refaim.
Un día, mientras Eliseo iba de paso por Sunem, una mujer rica que vivía allí lo convenció para que comiera. Después de esa ocasión, cada vez que pasaba por allí, llegaba allí a comer.
Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo: “Entra, señor mío, entra conmigo. No tengas miedo”. Así que él entró en su tienda, y ella lo cubrió con una gruesa manta.
Después David escapó y se fue a la cueva de Adulam. Cuando se enteraron de dónde estaba, sus hermanos y todo el resto de su familia fueron y se reunieron con él allí.