Joab fue a ver al rey y le preguntó: “¿Qué crees que estás haciendo? Aquí está Abner, que ha venido a verte. ¿Por qué motivo lo enviaste por el camino? ¡Ahora se ha escapado limpiamente!
Pero el viejo profeta le dijo: “Yo también soy profeta, como tú. Un ángel me dijo que Dios había dicho: ‘Llévalo a casa contigo para que tenga algo que comer y beber’”. Pero le estaba mintiendo.
Si una mujer tiene una hija, estará impura durante dos semanas, de la misma manera que lo está durante su período menstrual. La mujer debe esperar otros sesenta y seis días para la purificación de su sangre.
“¿Soy yo un judío acaso?” argumentó Pilato. “Fue tu propio pueblo y también los sumos sacerdotes quienes te trajeron aquí ante mí. ¿Qué es lo que has hecho?”
Me preocupa que, de algún modo, así como la serpiente engañó a Eva con su astucia, ustedes puedan ser descarriados en su forma de pensar sobre su compromiso sincero y puro con Cristo.
“¿Qué has hecho?” le preguntó Samuel. Saúl respondió: “Bueno, vi que mis hombres me abandonaban, y que tú no habías llegado cuando dijiste que lo harías, y que los filisteos se estaban reuniendo en Micmas para atacar.
“El ejército las trajo de los amalecitas”, respondió Saúl. “Les perdonaron las mejores ovejas y reses para sacrificarlas al Señor, tu Dios, pero nosotros destruimos por completo el resto”.