Abrán viajó por todo el país hasta que llegó a un lugar llamado Siquén, haciendo una pausa en el roble que estaba en Moré. En ese tiempo, el país estaba ocupado por los caananitas.
Pero Jacob criticó a Simeón y a Leví, diciéndoles: “¡Me habéis causado muchos problemas! Me has hecho como un mal olor entre la gente de este país, entre los cananeos y los ferezeos. Sólo tengo unos pocos hombres, y si esta gente se reúne para atacarme, yo y toda mi familia seremos aniquilados”.
Los sacerdotes son como una cuadrilla de bandidos, esperando a un lado del camino a que pasen los viajeros para tenderles una emboscada. Cometen asesinatos en Siquem, y cometen grandes crímenes.
Por fe en Dios vivió en la tierra prometida, pero como extranjero, viviendo en tiendas junto a Isaac y Jacob, quienes participaron con él al ser herederos de la misma promesa.
Así que asignaron las siguientes ciudades santuario Cedes de Galilea, en la región montañosa de Neftalí; Siquem, en la región montañosa de Efraín; y Quiriat-arba (o Hebrón), en la región montañosa de Judá.
Los huesos de José, que los israelitas habían traído consigo desde Egipto, los enterraron en Siquem, en el pedazo de tierra que Jacob había comprado a los hijos de Jamor, el padre de Siquem, por cien piezas de plata. Esta tierra fue heredada por los hijos de José.
Jerub-baal (Gedeón) y los que estaban con él se levantaron temprano y fueron a acampar junto a la fuente de Jarod. El campamento madianita estaba al norte, en el valle cercano a la colina de Moré.