Todos tus oficiales vendrán a mí, se inclinarán ante mí y me dirán: ‘¡Vete y llévate a todos tus seguidores!’ Después de eso me iré”. Moisés se enfadó mucho y se fue de la presencia del Faraón.
Así que el rey de Israel, el rey de Judá y el rey de Edom se pusieron en marcha. Después de seguir una ruta indirecta durante siete días, se quedaron sin agua para su ejército y para sus animales.
Los reyes serán sus cuidadores de niños; las reinas serán sus enfermeras. Se inclinarán ante ti y lamerán el polvo de tus pies. Entonces sabrás que yo soy el Señor, y que los que confían en mí nunca se avergonzarán.
Haré que tus opresores coman su propia carne y beban su propia sangre como si fuera vino. Entonces todos sabrán que yo, el Señor, soy tu Salvador y Redentor, el Poderoso de Israel.
Como dije, el Espíritu me levantó y me llevó. Mientras avanzaba, me sentía molesto y enojado; sin embargo, el poder del Señor había tomado pleno control de mí.
Esto hizo que Nabucodonosor se enojara tanto con Sadrac, Mesac y Abednego que su rostro se torció de rabia. “¡Hagan el horno siete veces más caliente de lo normal!”, ordenó.
Jesús los miró con exasperación, muy molesto por la dureza de sus corazones. Entonces le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. Y el hombre extendió su mano, y le fue sanada.
Se consumirán por el hambre, destruidos por la enfermedad y la peste venenosa. Enviaré animales salvajes para que los muerdan con sus dientes, los colmillos de las serpientes que se deslizan por el suelo.
Desde la sinagoga de Satanás traeré a los que dicen ser judíos, (pero no lo son, son mentirosos), haciéndolos venir a adorar a tus pies, para que reconozcan que yo te amo.
Cuando llegaron a Sucot, Gedeón le pidió al pueblo de allí: “Por favor, dénles algo de pan a los hombres que vienen conmigo porque están agotados; estoy persiguiendo a Zeba y Zalmuna, los reyes madianitas”.