Y el segundo ángel hizo sonar su trompeta. Y sucedió que algo semejante a una gran montaña de fuego ardiente fue lanzada al mar. Y una tercera parte del mar se convirtió en sangre,
Ten cuidado, porque estoy contra ti, monstruo destructor que arrasa el mundo entero, declara el Señor. Llegaré a atacarte; te haré rodar por los acantilados; te convertiré en una montaña de ceniza.
“Pero si el profeta es engañado para dar un mensaje, fui yo, el Señor, quien lo engañó para hacerlo. De todos modos, llegaré y destruiré a ese profeta de mi pueblo Israel.
Esto fue lo que me mostró el Señor: Vi que el Señor llamaba a un juicio con fuego. El fuego quemó las profundidades del mar, y destruyó las los campos de cultivos.
Yo pondré este tercio en el fuego, y lo refinaré como la plata, los probaré como se prueba al oro. Ellos clamarán por mi ayua, y yo les responderé. Diré: “Este es mi pueblo”, y ellos dirán: “El Señor es mi Dios”.
“Créanme cuando les digo que si ustedes le dijeran a esta montaña: ‘Vete de aquí y lánzate al mar,’ y no dudan en sus corazones, sino que están convencidos de lo que están pidiendo, ¡entonces así pasará!
Y estos dos testigos tienen el poder de cerrar el cielo para que no llueva durante el tiempo que ellos profeticen. Además tienen poder para convertir las aguas en sangre, y para herir la tierra con todo tipo de plagas, cuantas veces quieran.
Su cola arrastró una tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. El dragón se puso justo delante de la mujer que estaba dando a luz, para comerse a su hijo al nacer.
Y el primer ángel hizo sonar su trompeta. Y llovía fuego y granizo mezclado con sangre sobre la tierra. Una tercera parte de la tierra se quemó, y una tercera parte de los árboles se quemó también.
Los cuatro ángeles que habían sido reservados especialmente para esta hora, día, mes y año fueron liberados para matar a una tercera parte de la humanidad.