Ese día te quedaste de pie a un lado, mientras un pueblo extraño robó su riqueza, los extranjeros entraron por sus puertas y se repartieron Jerusalén echando suertes, y tú actuaste como uno de ellos.
Nabuzaradán, el comandante de la guardia, deportó a los que quedaban en la ciudad, incluso a los que se habían pasado al lado del rey de Babilonia, así como al resto de la población.
Esto es lo que dice el Señor: El pueblo de Gaza ha pecado en repetidas ocasiones, y no vacilaré en castigarlos, porque enviaron comunidades enteras al exilio, y los entregaron a Edom.
Esto es lo que dice el Señor: El pueblo de Tiro ha pecado en repetidas ocasiones y por ello no vacilaré en castigarlos, porque han exiliado comunidades enteras, entregándlas a Edom, y no guardaron su pacto de ayudarse unos a otros como miembros de la misma familia.
Sin embargo, su pueblo también fue exiliado, y llevado en cautividad. Sus bebés fueron descuartizados por las calles. Sus nobles fueron atados con cadenas y llevados como sirvientes, elegidos al azar.