Entonces Absalón envió a sus cómplices de entre todas las tribus de Israel, diciendo: “Cuando oigan el sonido del cuerno de carnero, griten: ‘¡Absalón es rey en Hebrón!’”
Absalón les dio órdenes a sus hombres, diciendo: “¡Atención! Cuando Amnón se sienta contento por haber bebido vino y yo les diga: ‘¡Ataquen a Amnón!’, entonces mátenlo. No tengan miedo. Yo mismo se los orderno. Sean fuertes y valientes”.
Entonces Absalón les dijo a sus siervos: “Miren, el campo de Joab está al lado del mío, y tiene cebada creciendo allí. Vayan y préndanle fuego”. Los siervos de Absalón fueron y prendieron fuego al campo.
Ahora Absalón, el hombre que elegimos para ser nuestro rey al ungirlo, ha muerto en la batalla. ¿Por qué no hacemos algo e invitamos al rey David a volver?”
Algún tiempo después de esto, David le preguntó al Señor: “¿Debo ir a una de las ciudades de Judá?” . “Sí, hazlo”, respondió el Señor. “¿A cuál debo ir?” preguntó David. “Ve a Hebrón”, dijo el Señor.
Natán se dirigió a Betsabé, la madre de Salomón, y le preguntó: “¿No te has enterado de que Adonías, hijo de Jaguit, se ha convertido en rey, y su majestad el rey David ni siquiera lo sabe?
Todos los ancianos de Israel acudieron ante el rey en Hebrón, y David hizo un acuerdo solemne con ellos ante el Señor. Allí ungieron a David como rey de Israel, tal como el Señor lo había prometido por medio de Samuel.
Esta es la lista del número de guerreros armados que vinieron y se unieron a David en Hebrón para entregarle el reino de Saúl, como había dicho el Señor.
Todos estos hombres llegaron a Hebrón vestidos para la batalla, completamente decididos a hacer rey a David. Todo Israel estaba de acuerdo en que David debía ser rey.