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2 Pedro 1:16 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

16 No crean ustedes que les hemos estado relatando cuentos de hadas, cuando les hemos hablado del poder de nuestro Señor Jesucristo y de su segundo advenimiento. No. Con nuestros propios ojos vimos su majestad.

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Biblia Reina Valera 1960

16 Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

16 Pues no estábamos inventando cuentos ingeniosos cuando les hablamos de la poderosa venida de nuestro Señor Jesucristo. Nosotros vimos su majestuoso esplendor con nuestros propios ojos

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Biblia Católica (Latinoamericana)

16 En efecto, no hemos sacado de fábulas o de teorías inventadas lo que les hemos enseñado sobre el poder y la venida de Cristo Jesús, nuestro Señor. Con nuestros propios ojos hemos contemplado su majestad

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La Biblia Textual 3a Edicion

16 Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de Jesús el Mesías, nuestro Señor, siguiendo fábulas artificiosas, sino como testigos oculares de su majestad.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

16 Pues os dimos a conocer el poder y la parusía de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo sutiles mitos, sino en cuanto testigos oculares de su grandeza.

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2 Pedro 1:16
40 Tagairtí Cros  

Pero, ¿quién podrá permanecer de pie cuando aparezca? ¿Quién podrá soportar el impacto que provocará su venida? Porque será tan poderosa como el intenso fuego que se utiliza para purificar metales preciosos, y actuará como una poderosa lejía de lavandero cuando empiece a purificarlos a ustedes.


»Miren, antes de que llegue mi día de juicio, que será un día muy impactante, yo les enviaré otro profeta como Elías.


Yo, el Hijo del hombre, vendré con los ángeles en la gloria de mi Padre y juzgaré a cada persona según sus obras.


Y algunos de los que están aquí ahora mismo no morirán sin verme venir en mi reino.


Seis días después, Jesús, con Pedro, y Jacobo y Juan (que eran hermanos), subió a la cima de un elevado monte para estar a solas.


porque mi venida será tan visible como un relámpago que cruza el cielo de este a oeste.


Una vez sentados en las laderas del monte de los Olivos, los discípulos le preguntaron: ―¿Qué acontecimientos indicarán la cercanía de tu regreso y el fin del mundo?


Pero él se les acercó y les dijo: ―He recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra.


Entonces verán al Hijo del hombre venir en las nubes con gran poder y gloria.


Jesús le dijo: ―Sí, yo soy. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y bajando en las nubes del cielo.


según nos las contaron quienes fueron testigos presenciales de todo desde el principio. Ellos eran también servidores de la Palabra.


Todos quedaron asombrados ante la grandeza de Dios. Y mientras la gente seguía tan asombrada por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:


Y la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que le pertenece al Hijo único del Padre, en el que abundan el amor y la verdad.


Pues tú le has dado autoridad sobre todas las personas para que él les dé vida eterna a todos los que le diste.


pero al resucitar de entre los muertos por el poder del Espíritu Santo, probó ser el Hijo de Dios.


porque Cristo no me envió a bautizar sino a predicar el evangelio. Es más, mi predicación fue sin usar discursos propios de la sabiduría humana, para que el mensaje de la cruz de Cristo no perdiera su eficacia.


Por eso, cuando les predicamos a Cristo crucificado, los judíos se escandalizan y los griegos dicen que es una locura.


porque no les falta ya ningún don espiritual, mientras esperan con ansias el regreso de nuestro Señor Jesucristo.


Hermanos, cuando me presenté ante ustedes para comunicarles el mensaje de Dios no empleé palabras elegantes ni conceptos profundos,


Mi predicación no tuvo oratoria y sabiduría humanas, sino que el Espíritu la respaldaba con poder.


Convoquen a una reunión en el nombre de Jesucristo nuestro Señor, y con su poder yo estaré en espíritu,


Nosotros fuimos enviados por Dios para anunciar el evangelio con sinceridad delante de Dios, porque estamos unidos a Cristo. No somos como esos que predican la palabra de Dios por lucro.


No engañamos a nadie, ni cambiamos la palabra de Dios. No tenemos de qué avergonzarnos, ni hacemos maldades a escondidas. Al contrario, delante de Dios hablamos y proclamamos la verdad ante todas las personas.


Así dejaremos de ser como niños que cambian de creencias cada vez que alguien les dice algo diferente o logra astutamente que sus mentiras parezcan verdades.


Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso. Esto lo hará por medio del poder con el que domina todas las cosas.


Después de todo, cuando el Señor Jesús regrese, ¿de qué estaremos orgullosos o alegres? ¿Cuál será nuestra esperanza? Si no son ustedes, ¿quién será?


Ese malvado será instrumento de Satanás, y vendrá haciendo toda clase de milagros, señales y falsas maravillas.


ni prestaran atención a leyendas y a listas larguísimas de antepasados. Tales ideas provocan discusiones en vez de llevar adelante la obra de Dios que está fundada en la fe.


No pierdas el tiempo discutiendo mitos y leyendas mundanas. Emplea el tiempo y las energías en ejercitarte para vivir como Dios manda.


y no hagan caso a las fábulas judaicas ni a mandamientos de individuos que se han alejado de la verdad.


Tan ambiciosos serán esos maestros que les dirán cualquier cosa con tal de sacarles dinero. Pero Dios hace tiempo que ha dictado sentencia contra ellos y su destrucción está por caerles encima.


Además, con nuestros propios ojos vimos, y ahora lo proclamamos a los cuatro vientos, que Dios envió a su Hijo para ser el Salvador del mundo.


Enoc, que fue el séptimo desde Adán, profetizó de ellos lo siguiente: «Miren, el Señor viene con millares y millares de ángeles


¡Miren! ¡Viene en las nubes, ante los ojos de la humanidad entera, y hasta los que lo traspasaron lo verán! Y las naciones de la tierra llorarán de pesar por él. ¡Amén! ¡Que así sea!


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