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Ester 9:5 - Biblia Serafín de Ausejo 1975

5 Los judíos pasaron a filo de espada a todos sus enemigos. Fue una matanza, un exterminio. Hicieron con sus enemigos lo que quisieron.

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Biblia Reina Valera 1960

5 Y asolaron los judíos a todos sus enemigos a filo de espada, y con mortandad y destrucción, e hicieron con sus enemigos como quisieron.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

5 Así que, el día señalado, los judíos hirieron de muerte a sus enemigos a filo de espada. Mataron y aniquilaron a sus enemigos e hicieron lo que quisieron con quienes los odiaban.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

5 Los judíos pasaron a espada a todos sus enemigos; ¡fue una matanza, una carnicería! Hicieron lo que quisieron con todos los que los odiaban.

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La Biblia Textual 3a Edicion

5 Y los judíos mataron a todos sus enemigos a filo de cuchillo, con mortandad y destrucción; e hicieron lo que quisieron° contra quienes los odiaban.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

5 E hirieron los judíos a todos sus enemigos a golpe de espada, de mortandad y de destrucción; e hicieron lo que quisieron con los que los aborrecían.

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Ester 9:5
11 Tagairtí Cros  

Entraron, pues, los hijos y tomaron posesión del país; tú humillaste ante ellos a los cananeos, moradores de aquella región, los entregaste en sus manos, tanto a los reyes como a las gentes del pueblo, para que con ellos hicieran lo que bien les pareciese.


Se enviaron las cartas por medio de los correos a todas las provincias del rey, para destruir, matar y exterminar a todos los judíos, jóvenes y ancianos, niños y mujeres, en un mismo día, el trece del mes duodécimo, esto es, el mes de adar; y para entregar sus bienes al pillaje. Éste es el texto de la carta: El gran rey Artajerjes, a los jefes de las ciento veintisiete provincias, desde la India hasta Etiopía, y a los gobernadores que le están sometidos, les escribe lo siguiente: Puesto al frente de muchas naciones, y siendo dueño del mundo entero, me he propuesto no dejarme llevar por la presunción del poder, sino gobernar siempre con moderación y suavidad, mantener en paz por todos los medios las vidas de mis súbditos, procurar el sosiego del reino y la segura circulación hasta las fronteras y restaurar la paz tan apetecida por todos los hombres. Ahora bien, habiendo consultado con mis consejeros sobre cómo llevar esto a feliz término, el que se ha distinguido entre nosotros por su recto juicio y se ha señalado invariablemente por la lealtad y segura fidelidad, hasta el punto de obtener el segundo puesto en el reino, Amán, nos ha indicado que vive mezclado entre todas las tribus esparcidas por el mundo un pueblo hostil, contrario por sus leyes a toda nación, que quebranta continuamente los mandatos de los reyes, con el fin de que no se logre la acción coordinada de la autoridad que de manera irreprochable venimos ejerciendo. Habiendo, pues, reconocido que este pueblo tan singular se mantiene en abierta y absoluta oposición a todos los hombres, que se diferencia de los demás por la índole extraña de sus leyes, que es hostil a nuestros intereses, que comete los peores crímenes, y esto con el fin de que el reino no logre estabilidad, ordenamos que todos los que han sido señalados en las cartas de Amán, que es el encargado de nuestros negocios y nuestro segundo padre, sean exterminados de raíz, con sus mujeres e hijos, por la espada de sus enemigos, sin piedad ni miramiento alguno, el día catorce del mes duodécimo, el de adar, del presente año, a fin de que esos perversos de antes y de ahora desciendan por muerte violenta al hades en un mismo día, y así aseguremos totalmente para el tiempo futuro la estabilidad y tranquilidad de los negocios.


Por estas cartas concedía el rey a los judíos de cualquier ciudad autorización para reunirse y defender sus vidas, para destruir y matar y exterminar a todas las gentes de cualquier pueblo o provincia que los hostigara, incluso a niños y mujeres y para apoderarse de sus bienes como botín.


En la ciudadela de Susa, los judíos dieron muerte y exterminaron a quinientos hombres;


Mis ojos podrán ver a mis espías y mi oído escuchar a mis injustos agresores.


Por eso, entrega sus hijos al hambre, y vuélcalos en manos de la espada. ¡Sean sus mujeres privadas de hijos y viudas! ¡Sean sus maridos muertos por la peste! ¡Sean sus jóvenes heridos por la espada en la batalla!


Es, en efecto, a los ojos de Dios que los que os atribulan sean a su vez atribulados,


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