Isaías 37 - Biblia Martin Nieto1 Al oírlos, el rey Ezequías se rasgó las vestiduras, se vistió de saco y entró en el templo del Señor. 2 Luego mandó al mayordomo de palacio Eliaquín, al secretario Sebná y a los ancianos de los sacerdotes, vestidos de saco, donde el profeta Isaías, hijo de Amós. 3 Ellos le dijeron: 'Esto dice Ezequías: Día de angustia, de castigo y oprobio es este día; los niños están a punto de nacer, pero falta la fuerza para darlos a luz. 4 El Señor, tu Dios, habrá oído las palabras del general que el rey de Asiria, su señor, mandó a insultar al Dios vivo, y el Señor, tu Dios, lo castigará. Eleva, pues, una oración por el resto que aún subsiste'. 5 Cuando los servidores del rey Ezequías llegaron con esta embajada a Isaías, 6 el profeta les dijo: 'Decid a vuestro amo: Esto dice el Señor: No te asustes por las palabras que has oído, con las que los esbirros del rey de Asiria me han injuriado. 7 Yo le infundiré un espíritu tal que, al oír cierta noticia, se volverá a su país, y allí yo lo haré caer a espada'. 8 El general regresó entonces y fue a encontrarse con el rey de Asiria que estaba atacando a Libná, pues había sabido que el rey se había retirado de Laquis, 9 al recibir esta noticia sobre Taraca, rey de Etiopía: 'Ha salido a luchar contra ti'. 10 'Diréis a Ezequías, rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien confías, diciéndote: Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. 11 Sabes muy bien lo que los reyes de Asiria han hecho con todos los países: entregarlos al exterminio. ¿Y tú te vas a librar? 12 ¿Pudieron acaso los dioses salvar a aquellas naciones aniquiladas por mis padres: a Gozán, Jarán, Résef y los edenitas de Telasar? 13 ¿Dónde está el rey de Jamat, el rey de Arpad, el rey de Sefarváyim, de Hena y de Iva?'. 14 Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y, después de haberla leído, subió al templo del Señor y la desplegó ante el Señor. 15 Luego, Ezequías dirigió al Señor esta oración: 16 'Señor todopoderoso, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines; tú eres el único Dios de todos los reinos de la tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra. 17 Inclina, Señor, tu oído y escucha; abre, Señor, tus ojos y mira; escucha las palabras de Senaquerib, que ha mandado insultar al Dios vivo. 18 Es cierto, Señor: los reyes de Asiria han asolado a todas las naciones y sus territorios; 19 han arrojado al fuego a sus dioses, porque no eran dioses, sino obras de manos humanas, madera y piedra; por esto han podido destruirlos. 20 Pero ahora, Señor, Dios nuestro, líbranos de sus manos, a fin de que todos los reinos de la tierra sepan que tú eres el único Dios'. 21 Entonces Isaías, hijo de Amós, mandó a decir a Ezequías: Esto dice el Señor, Dios de Israel: He oído la oración que me has hecho sobre Senaquerib, rey de Asiria; 22 y ésta es la palabra que el Señor ha pronunciado contra él: Te desprecia, hace burla de ti la virgen de Sión; a tus espaldas menea la cabeza la hija de Jerusalén. 23 ¿A quién has injuriado y ultrajado? ¿Contra quién has levantado la voz y alzado altivamente tus miradas? ¡Contra el Santo de Israel! 24 Por medio de tus esbirros has insultado al Señor, has dicho: Con mis innumerables carros he subido a la cima de los montes, hasta las cumbres últimas del Líbano; he talado sus altísimos cedros y sus más imponentes cipreses; he llegado hasta sus últimos rincones, hasta la espesura de su bosque. 25 Yo mismo he excavado y he bebido aguas extranjeras; he secado con las plantas de mis pies todos los Nilos de Egipto. 26 ¿Lo oyes bien? Desde hace mucho he preparado esto; desde tiempos lejanos lo he trazado, y ahora lo ejecuto: tú tenías que convertir las ciudades fortificadas en un montón de ruinas. 27 Sus habitantes, impotentes, espantados y confusos, eran como la hierba del campo, como el verdor del césped, como los brotes de los tejados, agostados por el viento del este. 28 Yo sé cuándo tú te levantas y te sientas; salgas o entres, yo lo sé. 29 Por haberte envalentonado contra mí, pues tu insolencia y tu furor contra mí han llegado a mis oídos, voy a poner mi anillo en tu nariz y mi freno en tus labios, para hacerte volver por el camino por donde has venido. 30 Y esto te servirá de señal: Se comerá este año el grano caído y al año siguiente lo que brote sin sembrar; pero al tercer año podréis sembrar y cosechar, plantar viñas y comer su fruto. 31 El resto que sobrevivirá de la casa de Judá volverá a echar raíces por abajo y a llevar fruto por arriba, 32 pues de Jerusalén saldrá un resto, y del monte Sión un grupo de supervivientes. El celo del Señor todopoderoso lo hará. 33 Por eso, esto dice el Señor sobre el rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, no disparará una flecha contra ella, no le opondrá escudos, ni la cercará de baluartes. 34 Por el camino que le trajo se volverá, y no entrará en esta ciudad, dice el Señor. 35 Yo defenderé esta ciudad y la salvaré, en atención a mí y a mi siervo David. 36 Aquella misma noche el ángel del Señor salió e hirió en el campamento asirio a ciento ochenta y cinco mil hombres. Por la mañana, al despertar, no se veía más que cadáveres. 37 Entonces Senaquerib, rey de Asiria, levantó el campamento y se marchó y, de regreso, se quedó en Nínive. 38 Y un día, mientras estaba adorando en el templo de Misroc, su dios, sus hijos Adramélec y Saréser le mataron con la espada. Huyeron éstos después al país de Ararat, y Asaradón, hijo suyo, le sucedió en el trono. |
Evaristo Martín Nieto©