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Números 16:13 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

―¿Es poco —dijeron burlonamente— que nos haya sacado de Egipto, tierra que fluye leche y miel, para hacernos morir en este desierto terrible? ¡Y ahora quieres convertirte en nuestro rey!

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Biblia Reina Valera 1960

¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

¿No te basta que nos sacaste de Egipto, una tierra donde fluyen la leche y la miel, para matarnos aquí en este desierto, y que además ahora nos trates como a tus súbditos?

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Biblia Católica (Latinoamericana)

¿Te parece poco habernos sacado de una tierra que manaba leche y miel para hacernos morir en este desierto? ¿Y tú quieres hacer de jefe?

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La Biblia Textual 3a Edicion

¿Es poco que nos hayas hecho subir de una tierra que fluye leche y miel para hacernos morir en el desierto, y que además pretendas dominar sobre nosotros de manera absoluta?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

¿Es poco habernos sacado de un país que manaba leche y miel para hacernos morir en el desierto, que todavía quieres erigirte sobre nosotros en jefe?

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

¿Se te hace poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñoreas de nosotros imperiosamente?

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Números 16:13
19 Tagairtí Cros  

Entonces los egipcios esclavizaron a los hebreos, y les pusieron capataces muy crueles. Estos les asignaron la dura tarea de edificar las ciudades de Pitón y Ramsés, que eran las ciudades donde el rey almacenaba todas las provisiones.


Entonces el faraón ordenó a su pueblo que echaran al río Nilo a todo niño hebreo que naciera, pero que a las niñas las dejaran con vida.


Les dijeron: ―¡Ojalá el Señor nos hubiera quitado la vida en Egipto! Allí nos sentábamos junto a las ollas llenas de carne y comíamos hasta quedar satisfechos. Pero ustedes nos han traído hasta este desierto para matarnos de hambre.


Pero, atormentados por la sed, le respondieron: ―¿Por qué nos sacaste de Egipto? ¿Por qué nos trajiste a morir de sed aquí, junto con nuestros hijos y nuestro ganado?


―¿Quién te crees tú? —le contestó el hombre—. Supongo que te crees príncipe y juez. ¿Quieres matarme también como lo hiciste con el egipcio ayer? Cuando Moisés se dio cuenta de que se sabía lo que había hecho, se asustó.


Pasaron muchos años, y murió el faraón. Los israelitas, sin embargo, gemían bajo su pesada carga, profundamente atribulados por la esclavitud, y lloraban amargamente delante de Dios. Dios oyó su lamento desde los cielos y


¿Es poca cosa para ustedes, oh malos pastores, que no sólo han guardado los mejores pastos para ustedes, sino que han hollado también el resto? ¿Les parece justo que después de beber el agua clara hayan enturbiado el resto con sus pies para que el rebaño débil beba sólo agua sucia?


Durante un mes entero tendrán carne, hasta que la vomiten por las narices; porque han despreciado al Señor que está aquí entre ustedes y han suspirado por Egipto”».


El populacho que iban con ellos empezó a añorar las cosas buenas de Egipto. A esto se sumó el resto de los israelitas que, descontentos, empezaron a llorar diciendo: «¡Quién nos diera carne! ¡Ah, si tuviéramos un poco del delicioso pescado que comíamos gratis en Egipto, y pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos!


Este fue su informe: ―Llegamos a la tierra que ustedes nos enviaron a explorar, y encontramos que es una tierra excelente de la que realmente fluye leche y miel. Hemos traído estos frutos como muestra.


Elevaron sus voces como un gran coro de quejas en contra de Moisés y Aarón. «Preferiríamos haber muerto en Egipto —se quejaban— o aun aquí en el desierto,


antes que entrar a ese país que tenemos ante nosotros. El Señor permitirá que nos maten allí y nuestras esposas e hijos serán esclavos. Regresemos a Egipto».


Entonces Moisés llamó a Datán y a Abirán (los hijos de Eliab), pero ellos se negaron a acudir:


Pero la gente de su país lo odiaba y mandaron un grupo de personas tras él para que dijeran: “No queremos que este sea nuestro rey”.


»Y lo envió de regreso al pueblo que lo había rechazado diciendo: “¿Quién te ha puesto de gobernante o juez?”. Dios lo enviaba a aquel mismo pueblo como gobernante y libertador, por medio del ángel que se le apareció en la zarza.