Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío. Alivia mi pena. Ten piedad de mí; escucha mi oración.
Mateo 15:22 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Una cananea, que vivía por allí, se le acercó suplicante: ―¡Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija tiene un demonio que la atormenta constantemente. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Biblia Nueva Traducción Viviente Una mujer de los gentiles, que vivía allí, se le acercó y le rogó: «¡Ten misericordia de mí, oh Señor, Hijo de David! Pues mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente». Biblia Católica (Latinoamericana) Una mujer cananea, que llegaba de ese territorio, empezó a gritar: '¡Señor, hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está atormentada por un demonio. La Biblia Textual 3a Edicion Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquellos confines, clamaba diciendo: ¡Ten compasión de mí, Señor, hijo de David!° Mi hija está horriblemente endemoniada. Biblia Serafín de Ausejo 1975 En esto, una mujer cananea, salida de aquellos contornos, le decía a gritos: '¡Ten compasión de mí, Señor, Hijo de David! Mi hija está atrozmente atormentada por un demonio'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada de un demonio. |
Responde a mi clamor, Dios mío y defensor mío. Alivia mi pena. Ten piedad de mí; escucha mi oración.
La gente de Tiro te cubrirá de regalos; los más ricos del pueblo suplicarán tu favor».
Ten piedad de mí, oh Señor, porque soy débil. Sáname, pues mi cuerpo está en agonía,
No, no a tribus con lenguas extrañas y difíciles que no entenderían lo que les dices. (¡Aunque si lo hiciera, ellos sí obedecerían mis mandatos!)
Estos son los antepasados de Jesucristo, descendiente de David y de Abraham:
Jesús no le respondió ni una sola palabra. Sus discípulos se le acercaron y le dijeron: ―Dile que se vaya, que ya nos tiene cansados.
―Señor —dijo—, ten misericordia de mi hijo, que está enfermo de la mente y padece muchísimo. Muchas veces se cae en el fuego o en el agua, con peligro de su vida.
Su fama llegó hasta Siria, y le traían todo tipo de enfermos: No había enfermo, endemoniado, loco o paralítico que le trajeran y a quien no sanara.
Cuando regresaba de la casa del jefe judío, dos ciegos lo siguieron gritando: ―¡Hijo de David, apiádate de nosotros!
El cobrador de impuestos, en cambio, se quedó a cierta distancia y ni siquiera se atrevía a levantar los ojos al cielo. Se golpeaba el pecho y decía: “¡Dios mío, ten compasión de mí, que soy pecador!”.
Habían llegado para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. También los que eran atormentados por espíritus malos quedaban sanos.