Yo los amo, pero aun mientras oro por ellos, ellos están procurando destruirme.
Lucas 9:28 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Más o menos ocho días después de haber dicho esto, Jesús, acompañado de Pedro, Juan y Jacobo, subió a una montaña para orar. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. Biblia Nueva Traducción Viviente Cerca de ocho días después, Jesús llevó a Pedro, a Juan y a Santiago a una montaña para orar. Biblia Católica (Latinoamericana) Unos ocho días después de estos discursos, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió a un cerro a orar. La Biblia Textual 3a Edicion Como ocho° días después de estas palabras, sucedió que° tomando a Pedro, a Juan y a Jacobo, subió al monte a orar.° Biblia Serafín de Ausejo 1975 Unos ocho días después de estos discursos, tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. |
Yo los amo, pero aun mientras oro por ellos, ellos están procurando destruirme.
Al quedarse solo, Jesús subió al monte a orar. La noche sorprendió a los discípulos en medio de las aguas agitadas y luchando contra vientos contrarios.
A la mañana siguiente, todavía de madrugada, Jesús se levantó y se fue a un lugar solitario a orar.
En una ocasión en que todos iban para que Juan los bautizara, Jesús fue y también a él lo bautizó. Y mientras Jesús oraba, el cielo se abrió
En aquellos días se fue Jesús a la montaña y pasó toda la noche orando a Dios.
Cuando llegó a la casa de Jairo, sólo permitió que entraran con él Pedro, Juan, Jacobo y el padre y la madre de la niña; y nadie más.
Un día en que Jesús estaba orando a solas, sus discípulos lo acompañaban, y él les preguntó: ―¿Quién dice la gente que soy yo?
Esta será la tercera vez que los visite. Las Escrituras dicen que «en todo asunto debe haber dos o tres testigos».
Cuando Cristo estaba en la tierra, con voz fuerte y muchas lágrimas ofreció ruegos y súplicas a Dios, quien podía librarlo de la muerte. Y Dios escuchó sus oraciones en virtud de su ferviente deseo de obedecer a Dios.
No crean ustedes que les hemos estado relatando cuentos de hadas, cuando les hemos hablado del poder de nuestro Señor Jesucristo y de su segundo advenimiento. No. Con nuestros propios ojos vimos su majestad.