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Lucas 8:44 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Ella se acercó a Jesús por detrás y le tocó el borde del manto. En ese mismo momento quedó sana.

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Taispeáin Interlinear Bible

Tuilleadh leaganacha

Biblia Reina Valera 1960

se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Acercándose a Jesús por detrás, le tocó el fleco de la túnica. Al instante, la hemorragia se detuvo.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

se acercó por detrás y tocó el fleco de su manto. Al instante se le detuvo el derrame.

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La Biblia Textual 3a Edicion

acercándose por detrás, se agarró del borde de su manto; y al instante el flujo de su sangre se detuvo.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

acercándose por detrás, le tocó el borde del manto, e inmediatamente cesó su flujo de sangre.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

vino por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se estancó el flujo de su sangre.

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Lucas 8:44
15 Tagairtí Cros  

Les dijo: «Yo soy el Señor su Dios. Si ustedes prestan atención a mi voz, y me obedecen y hacen lo que es bueno, no los dejaré sufrir las enfermedades que envié sobre los egipcios, porque yo soy el Señor que les da la salud».


»Pero para ustedes que respetan mi fama, se levantará el Sol de Justicia trayendo en sus rayos la salvación. Entonces serán libres y saltarán con gozo, como los terneros que son sacados del establo.


Jesús, compadecido, les tocó los ojos. Al instante pudieron ver; y siguieron a Jesús.


Jesús, extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: ―Quiero. ¡Ya estás curado! E instantáneamente la lepra desapareció.


Mientras iban, una mujer que llevaba doce años enferma de un derrame de sangre, se acercó por detrás y tocó el borde del manto de Jesús.


Dondequiera que iba, ya fuera en los pueblos, en las ciudades o en los campos, ponían a los enfermos por donde él pasaba y le suplicaban que los dejara tocarle siquiera el borde de su manto. Los que lo tocaban, sanaban.


Le dijo eso mientras ponía las manos sobre la mujer, y ella al instante se enderezó y comenzó a alabar a Dios.


Se colocó, llorando, a los pies de Jesús, y con sus lágrimas se los mojaba. Luego se los secaba con sus cabellos, se los besaba y se los ungía con el perfume.


Entre la gente había una mujer que estaba enferma desde hacía doce años. Tenía derrames de sangre y nadie había podido sanarla, a pesar de haber gastado cuanto tenía en médicos.


Jesús preguntó: ―¿Quién me tocó? Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo: ―Maestro, es mucha la gente que te aprieta y empuja.


El hombre no sabía quién lo había sanado, pues Jesús ya había desaparecido entre la multitud que había en el lugar.


A veces bastaba poner sobre el enfermo un pañuelo o alguna prenda de Pablo para que el enfermo sanara o los demonios salieran.


La gente colocaba a los enfermos en las calles en colchonetas y camillas para que al menos la sombra de Pedro los tocara.


»Harás flecos en las cuatro puntas del manto con que te cubras.