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Lucas 7:39 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Cuando el fariseo que había invitado a Jesús vio esto pensó: «Si este hombre fuera profeta, sabría que lo está tocando una mujer que tiene mala fama».

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Biblia Reina Valera 1960

Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Cuando el fariseo que lo había invitado vio esto, dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría qué tipo de mujer lo está tocando. ¡Es una pecadora!».

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Al ver esto el fariseo que lo había invitado, se dijo interiormente: 'Si este hombre fuera profeta, sabría que la mujer que lo está tocando es una pecadora, conocería a la mujer y lo que vale.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Viéndolo el fariseo que lo había invitado,° se decía:° Éste, si fuera profeta, conocería° quién y qué clase de mujer es la que lo toca, que es una pecadora.

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Viendo esto el fariseo que lo había invitado, se decía para sí: 'Si éste fuera [el] profeta, sabría quién y qué clase de mujer es ésta que le está tocando: ¡es una pecadora!'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Y cuando vio esto el fariseo que le había invitado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

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Lucas 7:39
25 Tagairtí Cros  

Pero Guiezi, siervo de Eliseo, se dijo: «Mi amo no debió haber dejado que este hombre se fuera sin recibirle sus regalos. Yo lo alcanzaré y le pediré algo». Así que salió en busca de Naamán.


porque ellos son de los que siempre están pensando lo que les cuesta. «Come y bebe», te dicen, pero no lo dicen de corazón.


Pero unos a otros se dicen: «¡No te me acerques mucho, porque me contaminas, porque soy más santo que tú!». Ya no los soporto, día tras día me enfurecen.


»Así, pues, los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros».


―Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.


En efecto, de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos,


Y se puso a pensar: “¿Qué haré? No tengo dónde guardar mi cosecha”.


Por eso, los fariseos y los maestros de la ley comenzaron a murmurar: Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos.


El administrador se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón ya no quiere que sea su administrador? No tengo fuerzas para cavar, y me da vergüenza pedir limosna.


Al principio el juez no le hizo caso, pero después de un tiempo pensó: “Aunque no temo a Dios ni respeto a nadie,


Produzcan frutos que demuestren que se han arrepentido. Y no piensen: “Somos descendientes de Abraham”, porque les digo que Dios puede aun de estas piedras darle descendientes a Abraham.


La gente se llenó de miedo y, alabando a Dios, decía: ―Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha venido a ayudar a su pueblo.


Entonces una mujer que vivía en aquel pueblo y tenía mala fama, se enteró de que Jesús estaba comiendo en aquella casa. La mujer llegó allí con un frasco de alabastro lleno de perfume.


Se colocó, llorando, a los pies de Jesús, y con sus lágrimas se los mojaba. Luego se los secaba con sus cabellos, se los besaba y se los ungía con el perfume.


Entonces Jesús le dijo: ―Simón, tengo algo que decirte. Él respondió: ―Dime, Maestro.


La mujer le dijo: ―Señor, me parece que eres profeta.


Entre la gente había muchos rumores acerca de él. Unos decían: «Él es un buen hombre». Otros afirmaban: «No es bueno porque engaña a la gente».


Los judíos llamaron una vez más al que había sido ciego, y le dijeron: ―Júralo por Dios. Nosotros sabemos que este hombre es pecador.