Abraham estuvo de acuerdo con Efrón y, delante de los hititas, le entregó las cuatrocientas monedas de plata de las que usaban corrientemente los comerciantes.
Jeremías 32:10 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Firmé y sellé el documento de la compra ante testigos, pesé la plata y le pagué. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Y escribí la carta y la sellé, y la hice certificar con testigos, y pesé el dinero en balanza. Biblia Nueva Traducción Viviente Firmé y sellé la escritura de compra delante de testigos, pesé la plata y le pagué. Biblia Católica (Latinoamericana) Después hice la escritura de compra y la sellé, busqué unos testigos y pesé la plata en una balanza. La Biblia Textual 3a Edicion Y escribí el contrato, lo sellé, lo hice certificar con testigos, y le pesé el dinero en balanza. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Escribí el documento, lo sellé, requerí testigos y pesé el dinero en la balanza. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y escribí la carta, y la sellé, y tomé testigos, y pesé el dinero en la balanza. |
Abraham estuvo de acuerdo con Efrón y, delante de los hititas, le entregó las cuatrocientas monedas de plata de las que usaban corrientemente los comerciantes.
De ese modo, el campo, junto con la cueva, dejó de pertenecer a los hititas y pasó a ser propiedad de Abraham para sepultura, pues Abraham lo compró.
Grábame como un sello sobre tu corazón. Llévame como un tatuaje en tu brazo, porque fuerte como la muerte es el amor, y tenaz como llama divina es el fuego ardiente del amor.
Ve ahora y escribe esta palabra mía respecto a Egipto, para que permanezca hasta el fin del tiempo, eternamente, como denuncia de la incredulidad de Israel. Escríbela,
«Al Señor pertenecemos», dirán orgullosos, «somos israelitas», y tatuarán en sus manos el nombre de Dios o el honorable nombre de Israel.
y públicamente, en presencia de mi primo Janamel y de los testigos que habían firmado el documento, mientras los guardas de la cárcel observaban, entregué los documentos a Baruc, hijo de Nerías, quien era hijo de Maseías.
¡Y sin embargo, me ordenas comprar el campo y pagar una alta suma ante estos testigos, Señor, aun cuando la ciudad pertenecerá a nuestros enemigos!».
Sí, se volverán a comprar y vender tierras —se firmarán y sellarán documentos de compra-venta ante testigos— en la región de Benjamín y aquí en Jerusalén, en las ciudades de Judá y en toda la región montañosa, en el valle de Filistea y también en el sur, porque un día yo les restauraré su prosperidad.
Tu visión de los dos mil trescientos días, es verdad. Pero ninguna de estas cosas sucederá pronto, así que no se lo cuentes a nadie aún”.
Entonces fueron, sellaron la roca y dejaron a los soldados de guardia.
No trabajen por la comida que se acaba. Trabajen más bien por la comida que permanece y da vida eterna, que es la comida que el Hijo del hombre les dará. Sobre él ha puesto Dios el Padre su sello de aprobación.
y ha puesto su marca en nosotros —marca que declara que le pertenecemos— y también ha puesto su Santo Espíritu en nuestros corazones como garantía de sus promesas.
Gracias también a lo que Cristo hizo, cuando ustedes escucharon el mensaje verdadero de las buenas noticias de salvación y creyeron en él, fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo que él había prometido.
No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, con el cual Dios los selló para el día de la salvación.
»“Pero Israel es mi pueblo especial, sellado como joya de mis tesoros.
Los hombres hicieron lo que se les había ordenado, y dividieron el territorio en siete secciones, e hicieron una lista de las ciudades de cada sección. Luego regresaron ante Josué en el campamento de Siló.
Luego vi a otro ángel que venía del este con el sello del Dios viviente. Y gritó a los cuatro ángeles que habían recibido autorización para dañar la tierra y el mar:
Se les había ordenado que no dañaran la hierba ni ninguna planta ni ningún árbol; en cambio, debían atacar a las personas que no tuvieran el sello de Dios en la frente.
Booz fue hasta la puerta de la ciudad y se sentó. En eso pasó por allí el pariente que había mencionado y lo llamó. ―Oye, ven acá. Siéntate y hablaremos un momento. Se sentaron.