Entonces Sedequías hijo de Quenaná, se acercó a Micaías y lo golpeó en el rostro. ―¿Desde cuándo el Espíritu del Señor ha dejado de hablarme a mí, para hablarte a ti?
Jeremías 23:18 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Pero, ¿pueden nombrar siquiera a uno de estos profetas que tenga tanta intimidad con el Señor que oiga lo que dice? ¿Se ha preocupado siquiera uno de ellos en escuchar? Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Porque ¿quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a su palabra, y la oyó? Biblia Nueva Traducción Viviente »¿Ha estado alguno de estos profetas en la presencia del Señor para escuchar lo que en realidad dice? ¿Acaso alguno de ellos se ha interesado lo suficiente como para escuchar? Biblia Católica (Latinoamericana) Pero, ¿quién de ellos ha asistido a una reunión con Yavé? ¿Quién ha visto y oído su palabra? ¿Quién se ha fijado en sus palabras para transmitirlas? La Biblia Textual 3a Edicion Pero, ¿cuál de ellos ha estado en el consejo de YHVH Para percibir y oír su palabra?, ¿Quién de ellos ha oído su palabra y la ha escuchado? Biblia Serafín de Ausejo 1975 Pero ¿quién asistió al consejo de Yahveh? ¿Quién vio y oyó su palabra? ¿Quién atendió a su palabra y la escuchó? Biblia Reina Valera Gómez (2023) Porque ¿quién estuvo en el secreto de Jehová, y vio, y oyó su palabra? ¿Quién estuvo atento a su palabra, y la oyó? |
Entonces Sedequías hijo de Quenaná, se acercó a Micaías y lo golpeó en el rostro. ―¿Desde cuándo el Espíritu del Señor ha dejado de hablarme a mí, para hablarte a ti?
Entonces Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le pegó una cachetada. ―¡Eres un mentiroso! —vociferó—. ¿Cuándo fue que el espíritu de Dios me dejó para entrar en ti?
Ser amigo tuyo, oh Dios, es privilegio de quienes te honran. Sólo con ellos compartes los secretos de tu pacto.
Si fueran míos, tratarían de apartar a mi pueblo de sus malos caminos.
¡Claro que no pasa nada al azar! Dios, el Señor, antes de hacer algo, primero se lo comunica a sus siervos los profetas, para que estos a su vez le adviertan a su pueblo.
Ya no les llamo sirvientes, porque el sirviente no sabe lo que hace su amo. Ahora los llamo amigos, porque les he enseñado todo lo que he oído decir a mi Padre.
«¿Quién ha conocido la mente del Señor? ¿Quién podrá enseñarle?». En cambio, nosotros tenemos la mente de Cristo.