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Efesios 2:3 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Nosotros mismos éramos así: obedecíamos los malos deseos de nuestra naturaleza y nos entregábamos a las perversidades de nuestras pasiones y malos pensamientos. Merecíamos ser castigados por la ira de Dios, como todos los demás.

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Biblia Reina Valera 1960

entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Todos vivíamos así en el pasado, siguiendo los deseos de nuestras pasiones y la inclinación de nuestra naturaleza pecaminosa. Por nuestra propia naturaleza, éramos objeto del enojo de Dios igual que todos los demás.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

De ellos éramos también nosotros, y nos dejamos llevar por las codicias humanas, obedeciendo a los deseos de nuestra naturaleza y consintiendo sus proyectos, e íbamos directamente al castigo, lo mismo que los demás.

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La Biblia Textual 3a Edicion

Entre ellos también vivimos todos nosotros en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad° de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás;

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

entre los cuales también nosotros todos vivíamos entonces según las tendencias de nuestra carne, realizando los deseos de la carne y de la mente, y éramos, por naturaleza, hijos de ira, exactamente como los otros...

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo; en las concupiscencias de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

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Efesios 2:3
54 Tagairtí Cros  

Adán tenía ciento treinta años cuando le nació un hijo, a su imagen y semejanza, y le puso el nombre de Set. Adán vivió ochocientos años más, tuvo hijos e hijas, y murió a los novecientos treinta años de edad.


Cuando el Señor Dios vio el alcance de la maldad humana, y que la gente sólo pensaba en hacer lo malo, le dolió haberla creado y se llenó de mucho pesar.


Al Señor le agradó mucho el olor de los sacrificios, y se dijo a sí mismo: «Nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa de la humanidad, pues todos los seres humanos están inclinados hacia el mal desde que son niños. ¡Jamás volveré a destruir a los seres vivos, como lo hice en esta ocasión!


¿Cómo puedes exigir pureza de quien nació impuro?


¿Cómo puede el simple hombre plantarse ante Dios y pretender que es justo? ¿Quién en el mundo entero puede alardear de ser puro?


Porque yo nací pecador; sí, lo soy desde el momento que mi madre me concibió.


Nosotros fuimos quienes nos extraviamos como ovejas, nosotros, quienes seguimos nuestro propio camino. ¡Pero Dios echó sobre él la culpa y los pecados de cada uno de nosotros!


pero inmediatamente las preocupaciones del mundo, el amor por las riquezas, y los demás placeres ahogan la palabra y no la dejan producir frutos.


Los hijos de Dios no nacen de la sangre, ni por deseos naturales o por voluntad humana, sino que nacen de Dios.


Ustedes son de su padre el diablo y quieren cumplir los deseos de él. Desde el principio el diablo ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad porque no hay verdad en él. Él es mentiroso por naturaleza, y por eso miente. ¡Él es el padre de la mentira!


En el pasado, Dios permitió que las naciones anduvieran en sus propios caminos,


Por eso Dios los dejó caer en toda clase de suciedades y los dejó hacer lo que les viniera en gana. Así, deshonraron sus propios cuerpos unos con otros.


Antes ustedes eran rebeldes contra Dios, pero cuando los israelitas desobedecieron a Dios, él dirigió hacia ustedes su compasión.


Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no busquen satisfacer los deseos de su naturaleza pecadora.


Cuando los paganos que no conocen la ley actúan conforme a la ley, aunque nunca hayan tenido escrita la ley de Dios, son la ley para sí mismos.


Pues si cuando éramos enemigos nos reconcilió con él mismo por la muerte de su Hijo, ¡cómo no ha de salvarnos ahora por su vida!


Con mucha más razón, ahora Dios nos salvará de la ira final al habernos hecho justos por medio de la muerte de Cristo.


No dejen que el pecado domine su cuerpo mortal; no lo obedezcan siguiendo sus malos deseos.


Yo sé que en mi vieja naturaleza no hay nada bueno. Pues aunque quiero hacer lo bueno, no puedo.


¿Acaso no tiene Dios el mismo derecho de desatar su ira y su poder contra los que merecían su castigo y estaban preparados para destrucción, con los cuales ya había sido muy paciente?


¿Qué los hace más importantes que los demás? ¿Qué tienes que Dios no te haya dado? Y si cuanto tienes te lo ha dado Dios, ¿por qué te las das de grande, como si hubieras logrado algo por esfuerzo propio?


Puesto que tenemos tan grandes promesas, amados hermanos, apartémonos del mal, ya sea mal corporal o espiritual. Así en el temor de Dios procuraremos ser completamente santos.


Vivían siguiendo la corriente de este mundo, obedecían los dictados del príncipe del imperio del aire, quien ahora mismo está operando en el corazón de los que se rebelan contra el Señor.


Por ello, quítense, como si se tratara de ropa vieja, su naturaleza tan corrompida por los malos deseos.


En otro tiempo, ustedes estaban alejados de Dios y eran sus enemigos, debido a sus malos pensamientos y acciones.


Hermanos, no queremos que ignoren lo que pasa con los que mueren, para que no se pongan tristes como esos otros que no tienen esperanza.


Por eso, no debemos dormirnos como los demás, sino mantenernos alerta y en nuestro sano juicio.


Los que anhelan volverse ricos caen en la tentación y se vuelven esclavos de sus muchos deseos. Esos afanes tontos y dañinos hunden a la gente en la ruina y la destrucción,


En otro tiempo, también nosotros éramos insensatos y desobedientes; con facilidad nos descarriábamos y vivíamos esclavos de los placeres y de los deseos pecaminosos. Estábamos llenos de rencor y envidia. Odiábamos a los demás y ellos nos odiaban a nosotros.


Sean hijos obedientes, no hagan todas las cosas malas que hacían antes, cuando vivían sin conocer a Dios.


No hay mujer que se escape de sus lujuriosas miradas y no se cansan de cometer adulterio. Seducen a las personas débiles; son maestros en la avaricia y gente maldita.


Pronuncian discursos arrogantes y huecos; apelan a los deseos de la naturaleza humana y seducen a los que acaban de apartarse de semejante vida de corrupción.


porque nada de lo que hay en el mundo —las pasiones sexuales, el deseo de poseer todo lo que agrada y el orgullo de poseer riquezas— proviene del Padre sino del mundo.


Sin embargo, siempre es nuevo, porque es una realidad que se muestra en Cristo y en ustedes. Esto es así porque la luz verdadera brilla y hace que la oscuridad vaya disipándose.