Y Abraham volvió a decir: ―Puesto que ya comencé a hablar a mi Señor, te ruego que me escuches, aunque tan solo soy un ser humano.
2 Samuel 14:12 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 ―Ahora, déjeme que le pida una cosa más —dijo ella. ―Habla —contestó él. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Y la mujer dijo: Te ruego que permitas que tu sierva hable una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla. Biblia Nueva Traducción Viviente —Por favor, permítame preguntar una cosa más a mi señor el rey —dijo ella. —Adelante, habla —respondió él. Biblia Católica (Latinoamericana) La mujer retomó la palabra diciendo: 'Permítale el señor rey a su sirvienta decir todavía una palabra'. La Biblia Textual 3a Edicion Y la mujer dijo: Permite, te ruego, que tu sierva hable una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla. Biblia Serafín de Ausejo 1975 La mujer añadió: 'Permite a tu sierva que diga a mi señor el rey aún una palabra'. Él contestó: 'Habla'. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Y la mujer dijo: Te ruego que hable tu sierva una palabra a mi señor el rey. Y él dijo: Habla. |
Y Abraham volvió a decir: ―Puesto que ya comencé a hablar a mi Señor, te ruego que me escuches, aunque tan solo soy un ser humano.
Finalmente, Abraham dijo: ―No te molestes mi Señor; hablaré sólo una vez más. Supongamos que sólo encontraras diez justos. Y el Señor le contestó: ―Entonces, por amor a los diez, no destruiría la ciudad.
Entonces Judá se adelantó y dijo: ―Déjeme decirle algo. Tenga paciencia conmigo por un momento, porque sé que usted puede condenarme en un instante, como si fuera el mismo faraón.
Entonces ella dijo: ―Júreme por Dios que no permitirá que nadie le haga daño a mi hijo. No deseo más derramamiento de sangre. ―Prometo por Dios —respondió él— que ni un solo cabello de tu hijo caerá a tierra.
―¿Por qué no hace usted por todo el pueblo de Dios lo que ha prometido hacer por mí? —preguntó ella—. Usted se ha condenado a sí mismo al tomar esta decisión, pues se ha negado a recibir en casa a su hijo que está desterrado.
Cuando Joab se le acercó, la mujer le preguntó: ―¿Es usted, Joab? Y él respondió: ―Sí, yo soy. La mujer le dijo: ―Le ruego que escuche lo que tengo que decirle. ―Te escucho —le respondió Joab.
En realidad, he venido a pedirte un favor. ―¿De qué se trata? —preguntó ella.
Señor, tú siempre me haces justicia cuando te presento mis quejas. Deja que te presente ahora una más: ¿Por qué prosperan tanto los malvados? ¿Por qué son tan felices los traidores?
Entonces Agripa le dijo a Pablo: ―Te damos permiso de que hables para defenderte. Pablo levantó su mano y comenzó así su defensa:
―Señor, yo cargo con toda la culpa en esto —dijo postrada a sus pies—. Te ruego que escuches lo que quiero decirte.