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1 Samuel 20:8 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008

Haz esto por mí, que soy tu sirviente, puesto que estamos unidos por un pacto solemne delante del Señor. Y si he pecado contra tu padre, mátame tú mismo, pero no me entregues a él.

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Biblia Reina Valera 1960

Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo en pacto de Jehová contigo; y si hay maldad en mí, mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre.

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Muéstrame la lealtad de quien juró ser mi amigo —porque hicimos un pacto solemne delante del Señor— o mátame tú mismo si he pecado contra tu padre. ¡Pero te ruego que no me traiciones entregándome a él!

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Biblia Católica (Latinoamericana)

Ya que tú hiciste un pacto conmigo en nombre de Yavé, te pido en base a esa amistad que si hay en mí algún pecado, mejor me mates. ¿Para qué me llevarías donde tu padre?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

Así pues, trata con misericordia a tu siervo, pues has concertado con tu siervo un pacto de YHVH. Y si hay alguna iniquidad en mí, mátame tú mismo, ¿por qué me habrás de llevar ante tu padre?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Ten benevolencia con tu siervo, ya que con un pacto de Yahveh has ligado a tu siervo contigo. Si hay en mí algún delito, matame tú mismo. ¿Para qué me has de entregar a tu padre?'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Harás, pues, misericordia con tu siervo, ya que has hecho entrar a tu siervo a un pacto de Jehová contigo; y si hay maldad en mí mátame tú, pues no hay necesidad de llevarme hasta tu padre.

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1 Samuel 20:8
16 Tagairtí Cros  

Ahora, díganme si van a ser bondadosos y leales con mi amo Abraham; si no piensan serlo, también díganmelo. Así yo sabré qué camino tomar.


Cuando se le acercaba el momento de la muerte, llamó a su hijo José y le dijo: ―Júrame solemnemente que harás lo que te voy a pedir. ¡Si de veras me amas, por favor, no me entierres en Egipto!


Y Absalón le respondió: ―Porque yo quería que le preguntaras al rey por qué me hizo venir de Guesur si no me quería ver. ¡Mejor me habría quedado allá! Arréglame una entrevista con el rey, y si él me encuentra culpable de asesinato, que me ejecute.


David salió al encuentro de ellos, y les dijo: ―Si ustedes han venido a ayudarme, somos amigos; pero si han venido a traicionarme y a entregarme a mis enemigos, siendo yo inocente, entonces que el Dios de nuestros padres sea el que los juzgue.


En mi desesperación he exclamado: «Todos son unos mentirosos».


No te apartes nunca del amor y la verdad; llévalos atados a tu cuello como si fueran un collar y escríbelos en lo profundo de tu corazón.


Si he hecho algo que merezca la muerte, no me niego a morir. Pero si no son ciertas las acusaciones que han presentado contra mí estos judíos, nadie tiene el derecho de entregarme a ellos. ¡Que me juzgue el emperador!


―Si no nos delatas, prometemos con nuestras vidas, que al tomar esta tierra te trataremos con bondad y fidelidad.


―El Señor Dios de los dioses, sí, el Señor Dios de los dioses sabe que no hemos edificado el altar en rebeldía contra él. Él sabe (y que lo sepa todo Israel también) que nosotros no hemos edificado el altar para ofrecer holocaustos, ofrendas de harina o sacrificios de paz. Que la maldición de Dios caiga sobre nosotros si hemos tenido tal intención.


Pero después de comenzado el viaje de regreso, Noemí dijo a sus dos nueras: ―¿Por qué no regresan mejor a casa de sus padres? Quizás Dios las recompense por la fidelidad que han mostrado a sus maridos y a mí.


Después que el rey Saúl terminó de conversar con David,


que Dios te juzgue si tú y tu casa no muestran amor a mis descendientes.


―¡Ni pensarlo! —exclamó Jonatán—. Mira, ¿no crees que yo te lo diría si mi padre tuviera planes de matarte?


Entonces los dos hombres renovaron su pacto de amistad. David se quedó en Hores, y Jonatán regresó a su casa.