Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes.
1 Corintios 3:6 - Biblica® Open Nueva Biblia Viva 2008 Mi tarea fue sembrar la semilla, y la de Apolos fue regarla; pero Dios fue el que permitió que germinara. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Biblia Nueva Traducción Viviente Yo planté la semilla en sus corazones, y Apolos la regó, pero fue Dios quien la hizo crecer. Biblia Católica (Latinoamericana) Yo planté, Apolo regó, pero el que hizo crecer fue Dios. La Biblia Textual 3a Edicion Yo planté,° Apolos regó,° pero el crecimiento lo da Dios. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Yo planté, Apolo regó; pero el crecimiento lo produjo Dios. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. |
Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes.
Una cosa ha dicho Dios, y dos veces lo he escuchado: Que el poder, oh Dios, solo a ti te pertenece;
El mayor de los hombres, o el más humilde, nada son ante sus ojos. En la balanza pesan menos que el aire.
El que es generoso, prospera; el que da a otros, a sí mismo se enriquece.
El Señor mostrará a las naciones del mundo su justicia; todos lo alabarán. Su justicia será como un árbol con renuevos, o como huerto al comenzar la primavera, lleno de plantas que brotan por doquier.
Aquellas palabras bastaron para acallar las objeciones, y alabaron a Dios. ―Sí —exclamaban—, Dios ha concedido también a los gentiles el volverse a él para recibir la vida.
Sin perder tiempo, reunieron a la iglesia y les informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y les contaron cómo Dios había abierto la puerta de la fe también a los gentiles.
Una de ellas, que se llamaba Lidia, era vendedora de púrpura en Tiatira, y ya desde antes adoraba a Dios. Mientras Lidia escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía.
Mientras tanto, llegó a Éfeso, procedente de Alejandría, un judío llamado Apolos, hombre elocuente y poderoso en las Escrituras.
Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo viajaba por las regiones superiores y llegó a Éfeso. Allí encontró a varios discípulos.
Luego de intercambiar saludos, les hizo un recuento de lo que Dios había realizado entre los gentiles a través de su persona.
No me atrevería a hablar de otra cosa sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para que los gentiles obedezcan a Dios. Lo he hecho con mis palabras y con el ejemplo de mi vida.
Me cuentan que algunos dicen: «Yo soy de Pablo»; y que otros afirman: «Yo soy de Apolos»; otros más dicen: «Yo soy de Cefas», y aun sostienen: «Yo soy de Cristo».
Por Dios es por quien ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría, nuestra justificación, nuestra santificación y nuestra redención.
De ustedes son Pablo, Apolos, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo por venir.
Aquí el que vale no es el que plantó ni el que regó, sino Dios que hizo germinar la semilla.
Yo soy libre, soy apóstol, he visto al Señor con mis propios ojos y ustedes son el fruto de mi trabajo en el Señor.
Pido también que, por medio de la fe, Cristo habite en sus corazones, y que ustedes echen raíces y se cimienten en el amor,
Esto lo sabemos porque cuando les anunciamos el evangelio, les llegó no sólo con palabras sino también con el poder del Espíritu Santo y con una gran seguridad. Ustedes saben que cuando estuvimos entre ustedes buscamos sólo su bien.