mi corazón se seca como hierba segada, y no me acuerdo de comer ni pan;
Por la voz de mi gemido Mis huesos se han pegado a mi carne.
Por mi gemir, quedé reducido a piel y huesos.
con lo fuerte de mis sollozos, a través de la piel se ven mis huesos.
Al son de mis gemidos La piel° se me pega a los huesos.
Abatido, como la hierba, mi corazón se seca y hasta de comer mi pan me olvido.
Por la voz de mi gemido mis huesos se han pegado a mi carne.
como la flor brota y se marchita luego, y huye como una sombra sin pararse.
A mi piel y a mi carne se han pegado mis huesos, tan sólo escapo con la piel de mis dientes.
que entre los muertos no hay recuerdo de ti, en el abismo, ¿quién te puede alabar?
Mis ojos se consumen de dolor, se agotan entre tantos opresores.
sale y florece a la mañana, y a la tarde se marchita y se seca.
Corazón alegre, excelente remedio; un espíritu abatido seca los huesos.
Su rostro ahora es más oscuro que negrura, no se les reconoce por las calles; su piel está pegada a los huesos, seca como madera.
Así hacía año tras año, cada vez que subían a la casa del Señor; Ana lloraba y no quería comer.