Un día Eliseo pasaba por Sunán. Vivía allí una mujer distinguida, que le invitó con insistencia a comer. Y en adelante, siempre que pasaba, se paraba allí a comer.
Proverbios 7:21 - Biblia Martin Nieto Ella le persuade a fuerza de halagos, con la seducción de sus labios le arrastra. Tuilleadh leaganachaBiblia Reina Valera 1960 Lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras, Le obligó con la zalamería de sus labios. Biblia Nueva Traducción Viviente Y así lo sedujo con sus dulces palabras y lo engatusó con sus halagos. Biblia Católica (Latinoamericana) Logra convencerlo con habilidad, lo seduce y se lo lleva. La Biblia Textual 3a Edicion Lo atrae con la mucha suavidad de sus palabras, Lo seduce con sus labios lisonjeros. Biblia Serafín de Ausejo 1975 Lo rinde a fuerza de halagos, lo arrastra con sus labios seductores. Biblia Reina Valera Gómez (2023) Lo rinde con sus muchas palabras suaves, lo seduce con sus labios lisonjeros. |
Un día Eliseo pasaba por Sunán. Vivía allí una mujer distinguida, que le invitó con insistencia a comer. Y en adelante, siempre que pasaba, se paraba allí a comer.
Sin embargo, volvieron a hacerme la misma invitación por cuatro veces; y yo les di siempre la misma respuesta.
Auxilio, Señor, que ya no hay hombres fieles, la lealtad ya no existe entre los hombres;
Porque los labios de la mujer extraña destilan miel, y su palabra es más suave que el aceite;
para preservarte de la mujer adúltera, de los halagos de la mujer extraña.
Y él, infeliz, la sigue, como un buey al matadero, como un ciervo apresado en el lazo,
para que te guarden de la mujer ajena, de la desconocida que halaga con palabras.
El amo le dijo: Sal por los caminos y cercados, y obliga a la gente a entrar para que se llene la casa.
pero ellos le insistieron, diciendo: 'Quédate con nosotros, porque es tarde y ya ha declinado el día'. Y entró para quedarse con ellos.
Después de haber sido bautizada con toda su familia, nos suplicó: 'Si consideráis que soy fiel al Señor, venid y quedaos en mi casa'. Y nos obligó a ello.
Porque el amor de Cristo nos apremia, pensando que si uno murió por todos, todos murieron con él;
Ella le estuvo llorando los siete días que duraba la fiesta. Tanto le insistió que, por fin, al séptimo día se lo explicó, y ella dio a sus paisanos la solución del acertijo.
Él no quería comer; pero sus servidores y la mujer le insistieron tanto que, por fin, aceptó. Se levantó del suelo y se sentó a la mesa.