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Eclesiastés 8:4 - Biblia Martin Nieto

Pues la palabra del rey es soberana, y quién puede decirle: '¿Qué haces?'.

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Biblia Reina Valera 1960

Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: Qué haces?

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Biblia Nueva Traducción Viviente

Sus órdenes tienen el respaldo de su gran poder. Nadie puede oponerse ni cuestionarlas.

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Biblia Católica (Latinoamericana)

El rey hablará, ¡y punto! Nadie le dirá: '¿Qué haces?'

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La Biblia Textual 3a Edicion

Y la palabra del rey es soberana. ¿Quién le pedirá cuenta de lo que hace?

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Biblia Serafín de Ausejo 1975

Porque la palabra del rey es decisiva, y nadie le dirá: '¿Qué estás haciendo?'.

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Biblia Reina Valera Gómez (2023)

Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces?

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Eclesiastés 8:4
18 Tagairtí Cros  

Pero el rey mantuvo su orden contra Joab y contra los jefes del ejército; y Joab y los jefes del ejército salieron de la presencia del rey para hacer el censo de la población de Israel.


que, conforme te tengo jurado por el Señor, Dios de Israel: Salomón, tu hijo, me sucederá en el reino y él se sentará sobre mi trono en lugar mío; así lo haré hoy mismo'.


El rey Salomón lo ordenó, y Benayas, hijo de Yehoyadá, mató a Adonías en el acto.


Y el rey dio orden a Benayas, hijo de Yehoyadá, que lo mató en el acto. Así el poder real se consolidó en manos de Salomón.


Tatenay, gobernador de Transeufratina, Setar Boznay y sus colegas ejecutaron puntualmente lo que el rey Darío había ordenado.


Si atrapa una presa, ¿quién se lo impedirá? ¿Quién le dirá: 'Qué es lo que haces'?


Entonces el rey de Egipto mandó llamar a las parteras y les dijo: '¿Por qué habéis obrado así y habéis dejado vivir a los niños?'.


Como rugido de león es la cólera del rey, pero su favor es como rocío sobre hierba.


Como rugido de león es la ira del rey, quien la excita perjudica a su propia vida.


el gallo que se pasea con gallardía entre sus gallinas; el macho cabrío que va conduciendo su manada, y el rey cuando arenga a su pueblo.


¿Estáis dispuestos cuando oigáis sonar el cuerno, el pífano, la cítara, la sambuca, el salterio, la zampoña y toda clase de instrumentos musicales a postraros y adorar la estatua que he hecho? Si no la adoráis, seréis inmediatamente arrojados en un ardiente horno de fuego; y ¿qué Dios os podrá librar de mis manos?'.


En todo caso, ¿quién eres tú, pobre hombre, para pedir cuentas a Dios? ¿Acaso dice el vaso al alfarero: Por qué me hiciste así?